Este artículo fue publicado hace más de un año, por lo que es importante prestar atención a la vigencia de sus referencias normativas.

Aportes a la Propuesta de Unidad Profesional – Carlos Humberto Sastoque


Autor: Carlos Humberto Sastoque

Parece que la llamada lanzada en estos días por el C. P. Hernando Zuluaga, acerca de cómo lograr la unidad profesional de los contadores públicos, está teniendo amplio eco.

Aunque, tal como ya manifesté en artículo reciente, no es una propuesta perfecta, sí es de gran viabilidad; contando con  las ideas de muchas personas, que permitan optimizar su contenido. Con el fin de aportar algo concreto, invito a considerar lo siguiente:

  1. Las fallidas experiencias de los últimos cuarenta años nos deben conducir a no ser excesivamente optimistas y caminar lentamente y con los pies en la tierra. La apatía de nuestros profesionales, la ausencia de conciencia social, la ambición egoísta de algunos falsos líderes –que ante todo aspiran a darse vitrina y sacar provecho personal- y la carencia de sentidos de pertenencia y de solidaridad son  obstáculos que, si bien  podemos superar, de todos modos dificultan el logro de la anhelada y necesaria unidad profesional. Tampoco debemos dejarnos llevar por el pesimismo y desistir del ideal; pero tengamos en cuenta que el camino a recorrer es espinoso y largo. No podríamos conseguir en un mes lo que no ha sido posible en casi medio siglo.
  2. Si hay una que otra voz destructiva y contraria –como la de un colega que así lo dejó ver en un comentario que aparece en el blog- no es motivo para desistir. Seguramente que él desconfía y piensa que se trata de que unos vivos pedirán cuotas de sostenimiento y que, abusivamente, se aprovecharán de ellas. Desafortunadamente el mundo está lleno de estafadores así y él está prevenido contra tales delincuentes.  Vividores de éstos ya se han beneficiado mañosamente de quienes en ellos han depositado su confianza, no solamente en Colombia sino también en otros países. No debemos de olvidar el caso real del tristemente célebre Club de Contadores Públicos, utilizado de mala fe por una minúscula camarilla a finales de los años sesentas y comienzos de los setentas. Que Dios  haya perdonado a quienes le hicieron tanto daño a la profesión y hoy se encuentran disfrutando de la vida eterna.
  3. De pronto de buena fe, varios de nuestros más destacados líderes se han equivocado al proclamar la democracia participativa;  pero, por celos, han encaminado sus acciones en el sentido contrario. Por supuesto que gran parte de la culpa la tienen las mayorías silenciosas por no participar activamente en el debate y en la elección de los directivos de las organizaciones gremiales contables que han existido y por no estar vigilantes sobre sus actuaciones. Su falta de participación ha permitido que sean dos o tres personas quienes deciden a quiénes se elige y que las juntas directivas, así elegidas, se conviertan en juntas de bolsillo o, simplemente, sean inoperantes; lo cual lleva a los líderes a tomar decisiones unipersonales –a veces acertadas, pero también en bastantes ocasiones erróneas- y a creerse indispensables y únicos poseedores de la verdad. Si la base profesional no asiste a los eventos, no lee las comunicaciones, no hace seguimiento de la actividad gremial, no aporta oportunas críticas e ideas para seguir adelante y no colabora con sus actividades -y también financieramente- es imposible que cualquier organización gremial fructifique.
  4. Ya hay una importante base para crear una nueva organización, que cumpla con el objetivo de tener una colegiatura de los contadores públicos. Se trata de los estatutos del Colegio de Contadores Públicos de Colombia CONPUCOL, estatutos de carácter ampliamente democrático, en cuya redacción participaron importantes colegas; quienes lograron terminarlos después de numerosas reuniones a lo largo de quince meses. Uno de sus principales gestores –por no decir que el más destacado- fue el recordado y apreciado colega Isidoro Arévalo Buitrago (Q.E.P.D.), con quien nuestra profesión tiene una deuda eterna de gratitud, y quien nunca actuó en beneficio de partido político, credo religioso, agrupación étnica, ni rosca de tipo alguno, sino que puso todas sus capacidades y sabias ideas al servicio de la contaduría pública colombiana. Ojalá que todo lo bueno que él –y otros ilustres colegas- plasmaron en los estatutos de CONPUCOL sea aprovechado para sacar adelante el nuevo esfuerzo para conseguir la unidad profesional. Por supuesto que haciendo algunas modificaciones que mejoren lo existente.
  5. Es bueno que se analice con demasiada profundidad, y ayuda de abogados especialistas en derecho constitucional, el mecanismo sugerido de que el colegio profesional sea creado por medio de una ley. Según lo explicaron varias veces el colega Isidoro Arévalo y otros versados profesionales, amén de algunos miembros del Congreso de la República, dicho colegio debe constituirse como  institución de carácter privado y, una vez constituído y debidamente organizado y en funcionamiento cabal, debe tramitarse la ley para asignarle funciones públicas.
  6. No creo que inspirado en principios democráticos –ni ceñido a requerimientos legales- la inscripción al colegio pueda ser de carácter obligatorio. Otra cosa es que, si la ley le otorga dicha función pública, sea necesario hacer ante él la inscripción para obtener el derecho a ejercer la profesión.
  7. Desde hace varios años he escuchado las voces quejosas de muchos colegas que dicen que al frente del gremio siempre están “los mismos y con las mismas”. Por este motivo son demasiados los contadores que, argumentando estar cansados de ver siempre a las mismas personas, se muestran reacios a colaborar con el logro de un gremio contable unido y fuerte. Valdría la pena que mis queridos y veteranos colegas que nos han liderado durante las últimas décadas, se sacrifiquen en bien de la profesión y se abstenga de aceptar cargos de dirección en la soñada colegiatura. Que se limiten a ser los más valiosos soldados rasos y que participen apoyando a los representantes de las nuevas promociones; quienes, además, deberían ser conscientes de que, así como otros ya han trabajado por nuestra contaduría pública, ellos deben prestarle desinteresada y muy responsablemente este servicio a la profesión.

Nuevamente hago un llamamiento a todos los contadores públicos y estudiantes de contaduría pública para, sin limitaciones, hagan todas las críticas –ojalá que sin frases ofensivas- y aporten muchas ideas para un sano y amplio debate. Solamente confrontando ideas contrarias y variadas podemos tener la posibilidad de llegar a la verdad. Si no participan, seguiremos en la oscuridad y sin un gremio que nos respalde efectivamente.

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