Este artículo fue publicado hace más de un año, por lo que es importante prestar atención a la vigencia de sus referencias normativas.

Cambio de paradigma para el empleo


Son muchos los retos que enfrenta la economía colombiana, pero quizás el más apremiante es el desempleo, por sus consecuencias económicas y sociales. La tasa de desempleo viene creciendo aceleradamente desde 2015, cuando llegó a su nivel más bajo, 8,9 %. No es claro cómo con las circunstancias actuales pueda revertirse esta tendencia.

La tasa promedio de enero-noviembre de 2019 fue de 10,5 %, 1 punto porcentual por encima del mismo período en 2018. El desempleo afecta especialmente a grupos demográficos como jóvenes y mujeres: para el trimestre móvil septiembre-noviembre, la tasa de desempleo para personas entre 14 y 28 años fue de 16,7 %, 13 % para hombres y 21,4 % para mujeres.

Durante años, el desempleo ha sido una gran preocupación entre analistas, hacedores de política y la opinión pública; de hecho, han sido varios los llamados para que se corrijan las inflexibilidades del mercado laboral, como un salario mínimo que no refleja la productividad laboral, los altos costos laborales no salariales y un marco normativo con múltiples obsolescencias.

No obstante, esto ya no es suficiente. El mundo cambió. Ahora se suman nuevas circunstancias que afectan la inserción laboral, estructuralmente, y que se exacerbarán con la aceleración de la automatización y los avances tecnológicos. Según varios estudios del Banco Mundial, el BID y la OCDE, la automatización y el cambio tecnológico están generando cambios en el mercado laboral, en relación con la demanda de habilidades, e incluso han llevado a la desaparición de ocupaciones, particularmente aquellas que involucran tareas repetitivas o rutinarias.

Se pronostica que, para 2030, el 20 % de los trabajadores actuales tendrán que cambiar de ocupación y adquirir nuevas competencias que les permitan seguir insertados en el mercado, lo que representa un gran reto para las políticas laborales y los sistemas de protección social.

También hay otros retos que surgen de las nuevas economías, como la colaborativa y la gig economy, cuyas dinámicas no garantizan empleos de tiempo completo o permanentes, pero se convierten en alternativas de trabajo y sirven para conectar, usualmente a través de tecnología, la oferta y la demanda de cierto tipo de servicios.

Dado el contexto actual, es iluso pretender que el problema del desempleo se vaya a corregir por sí mismo o aplicando fórmulas del pasado, cuando incluso bajo un escenario de crecimiento económico superior al del resto de países de la región este sigue aumentando. Es necesario identificar, con un enfoque prospectivo, las competencias que requiere el mercado laboral, y garantizar que la oferta educativa y formativa se adecúe en respuesta.

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La política laboral debe responder a las nuevas economías y enfocarse en reducir de manera continua posibles brechas de capital humano, a través de reentrenamiento de la fuerza laboral; además de facilitar las transiciones entre empleos y ocupaciones, y garantizar el acceso efectivo a la seguridad social y la protección de los derechos laborales.

El enfoque actual para combatir el desempleo, en particular el de jóvenes, mediante beneficios tributarios para las empresas que contraten a esta población, es tan solo una solución de corto plazo. Dinamizar este mercado en el mediano y largo plazo requiere que el país resuelva, cuanto antes, el doble desafío de reducir las inflexibilidades mencionadas y adelantarse a los retos de la automatización y el cambio tecnológico. Solo así podrá garantizar un crecimiento económico sostenible e incluyente.

Rosario Córdoba Garcés
Presidenta del Consejo Privado de Competitividad

Rosario Córdoba Garcés

Economista y Magister en Economía de la Universidad de los Andes. Actualmente se desempeña como presidente del Consejo Privado de Competitividad

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