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Lo quiero todo, lo quiero ya, y lo quiero gratis


A quienes nos ha tocado vivir en la parte final del siglo XX y los comienzos del siglo XXI, nos ha tocado ver como se va imponiendo en el mundo una filosofía que lo único que trae como consecuencia es la pérdida del equilibrio y de la decencia en la vida de los seres humanos a cambio de la simple acumulación de cosas materiales.  

El mundo moderno bombardea con una constante y compulsiva publicidad en la que se hace casi “vital” tener los últimos aparatos de moda (aunque la gran mayoría no son tan “vitales” y aunque los que recientemente hayamos adquirido en verdad no estén tan obsoletos como nos lo pretende hacer creer la publicidad). 

Al mismo tiempo los hombres y mujeres de fama (bien habida o mal habida) les fascina ser vitrinas ambulantes con los bienes que adquieren en el desarrollo de sus labores. Hacen creer que solo si se vive como ellos viven, entonces se está “in”. 

Y por su parte, los padres que no sacan tiempo para compartir con sus hijos y orientarlos en lo que está bien y en lo que no, pretenden regocijar a sus hijos simplemente llenándolos con excesos de juguetes, celulares, ipods, portátiles y otra gran gama de objetos materiales. 

Como consecuencia de ello, los seres humanos (y en especial los más jovencitos), se van dejando moldear por la filosofía de “lo quiero todo, lo quiero ya, y lo quiero gratis”. 

Es decir, se obsesionan de tal forma por querer tener todo lo que este mundo ofrece, de conseguirlo rápido y de obtenerlo sin mayores esfuerzos que para algunos no importa incluso si es necesario el corromperse en su puesto de trabajo o involucrarse en el narcotráfico o hasta en la conducta de ser una mujer “pre-pago”, entre otros, pues esos son los medios que ofrecen el camino más corto con el que se satisface la mencionada filosofía. 

Pero la verdad es que no necesitamos hacernos esclavos de las riquezas, y no es cierto que necesitemos “tenerlo todo” (recordemos que el hombre más importante que ha vivido entre nosotros solo tuvo como única posesión material la ropa que llevaba puesta el día que murió, y hasta se la quitaron quienes lo asesinaron).  

Por el contrario, en relación con las cosas materiales, tenemos que aprender a “tener lleno el corazón” en algún momento de nuestras vidas y sacar entonces más tiempo y esfuerzos para otras cosas para las que fue creado el ser humano y que la dan más dignidad que las simples posesiones materiales (entre ellas aprender más de  Dios, o compartir más con la pareja, los hijos y los amigos) 

Además, las pocas cosas materiales que vamos necesitando en la vida, si llegan poco a poco, y como fruto de nuestro trabajo honesto (en lugar de como  fruto del “dinero fácil” originado en las actividades deshonestas que antes mencione) es entonces cuando sí las apreciamos y cuidamos verdaderamente. 

Los seres humanos entonces debemos luchar contra esa perniciosa y nociva filosofía que tanto daño le ha estado haciendo al mundo entero. 

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