Este artículo fue publicado hace más de un año, por lo que es importante prestar atención a la vigencia de sus referencias normativas.

Mi amigo Ernesto Acosta Rivera (Q.E.P.D) – Carlos Sastoque M.


Las tierras quindianas lo  vieron nacer un 20 de Enero al comenzar la década de 1930. Siempre se sintió orgulloso de ser un contador público “cuyabro”. Siendo muy joven se vinculó como auxiliar a un importante grupo familiar-empresarial del sector textilero, en el que se convirtió en su máximo líder administrativo y hombre de confianza de los propietarios.

Por más de medio siglo fue uno de los más connotados líderes gremiales de  los contadores públicos colombianos.  Durante varios años fue alto directivo de la, ahora inactiva, Unión Nacional de Contadores Públicos UNACONTA, integrada mayoritariamente por contadores públicos autorizados. En Junio de 1979 fue elegido como el primer presidente nacional del Colegio Colombiano de Contadores Públicos CCCP, que tuvo varias seccionales, seccionales estas que a finales del siglo XX se convirtieron en diversos colegios departamentales aunados por una Federación de Colegios de Contadores Públicos de Colombia. Aunque siempre fue opositor de las firmas multinacionales de contadores, supo manejar con gran tino muy buenas relaciones personales con los altos mandos de dichas firmas y del Instituto Nacional de Contadores Públicos de Colombia.

A pesar de que fue un “godito” reconocido y confeso, como cosa curiosa, mantuvo buena amistad con destacados líderes del partido liberal, entre ellos el expresidente Ernesto Samper Pizano, con quien mutuamente se trataban de “tocayito” y se saludaban normalmente con un fuerte abrazo. Y, este “godito”, también supo cultivar gran amistad con líderes contables de izquierda y hasta con anarquistas. La diferencia de ideas nunca fue óbice para que Ernesto ofreciera su amistad y su ayuda a gran cantidad de colegas y de no colegas.

Por su billetera tan generosa en pro de la defensa gremial de los contadores públicos –y de sus amigos- el querido colega Aristófanes Soto Cruz le puso el sobrenombre de “el doctor Paganini. Fue un enamorado eterno de su esposa, Elcirita, y de la música colombiana. A Elcira siempre le dedicó la canción “Mi propiedad privada”. Sus otras tres canciones predilectas fueron “El camino de la vida”, “Soy colombiano” y “Yo también tuve 20 años”. Aunque en sus preferencias hubo muchas composiciones más.

Le gustaban el aguardiente y el  whisky de 18 años. En la época en que con él fuimos directivos del Colegio Colombiano de Contadores Públicos CCCP fueron muchas las tardes y las noches en que –refrescándonos con unos anisados o con unos scotchs- tuvimos jornadas de más de diez horas de debate sobre la problemática profesional.

A sus 80 años, Dios se decidió a llevárselo a descansar. Me imagino que en estos momentos está muerto de la risa y tomándose un whiskycito en su nueva morada, en compañía de Edgar Fernando Nieto Sánchez (+2009) y Miguel Hernán Santana Urrego (+2010). Le sobreviven su esposa Elcira y sus hijas  Rosa Viviana, Diana, Olga  y Luisa Fernanda. Para ellas: un virtual abrazo de solidaridad.

Autor:

Carlos Sastoque M.

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