Este artículo fue publicado hace más de un año, por lo que es importante prestar atención a la vigencia de sus referencias normativas.

No basta solo con crecer


Resulta interesante leer detenidamente el estudio de la OCDE, Perspectivas económicas de América Latina 2019. En él la entidad se enfoca en los desafíos que enfrenta la región en su proceso de transición al desarrollo, y ofrece recomendaciones al respecto.

El estudio contiene adicionalmente un mensaje para Colombia, en el sentido de que como país es urgente tener una aproximación multidimensional al desarrollo. Si bien para la OCDE el crecimiento económico es una condición necesaria para mejorar la calidad de vida de la población, no es suficiente.

De hecho, para que el país crezca de manera inclusiva y sostenible, necesita superar cuatro trampas: la trampa de la productividad, la trampa de la vulnerabilidad social, la trampa institucional y la trampa ambiental.

América Latina, en lo corrido del siglo, ha progresado en lo social y económico. La economía de la región creció a tasas altas, en particular en la década del 2000 al 2010 (esas tasas fueron superiores al 5 % entre 2004 y 2007).

La clase media aumentó, a la vez que se redujo la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, persisten los retos estructurales de siempre, y han surgido nuevos desafíos, propios del proceso de desarrollo, y de la transición hacia convertirse en economías de ingresos altos.

Al progreso de la región en los primeros años del siglo le siguió un período de reducción del crecimiento potencial (disminuyó a cerca del 3 %), resultado de la baja productividad laboral (del 40 % en comparación con la de la Unión Europea).

Además, en términos del bienestar de la población, América Latina se desempeña peor de lo que se esperaría según su ingreso per cápita. La razón: persisten los problemas en temas como la calidad de la educación, corrupción, violencia, desigualdad del ingreso e informalidad.

Si bien Colombia comparte, en general, los avances recientes de la región, así como sus desafíos; el estudio de la OCDE revela elementos particulares del caso colombiano, y pone de manifiesto, en algunos temas de manera alarmante, la importancia de lograr una agenda integral de desarrollo más allá del crecimiento del PIB.

La productividad laboral es 32 % la del promedio OCDE, y el desempeño de Colombia es especialmente negativo en desigualdad (índice Gini de 50,8, solo superado por Brasil), confianza en las instituciones (86 % de la población considera que la corrupción es una práctica extendida, frente al 74,5 % en América Latina) y empleo vulnerable (47 % de ocupados, solo superado por Perú).

A esto se les suman las disparidades territoriales que, en indicadores como mortalidad infantil y cobertura de educación secundaria, son las más altas de la región: la mortalidad infantil de Vichada es tres veces la de Antioquia; mientras que en Brasil y Costa Rica las diferencias territoriales en tasas de matrícula en educación secundaria son del 10 %, en Colombia exceden el 50 % (Vichada vs. Santander); en Bogotá el 12,4 % de la población vive por debajo de la línea de pobreza, pero en Chocó es el 58,7 %, y en tasa de homicidios la brecha territorial es de las más altas de la región, junto con la de México, Brasil y Perú. Claramente, el crecimiento económico tiene que ser una prioridad.

Pero para que Colombia avance es indispensable entender la magnitud de los desafíos que enfrenta, con diagnósticos precisos más allá de indicadores agregados. Es la única forma de garantizar que la fórmula del presidente Duque de “Legalidad + Emprendimiento = Equidad” logre ser verdaderamente exitosa.

Rosario Córdoba Garcés
Presidente del Consejo Privado de Competitividad

Rosario Córdoba Garcés

Economista y Magister en Economía de la Universidad de los Andes. Actualmente se desempeña como presidente del Consejo Privado de Competitividad

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