Este artículo fue publicado hace más de un año, por lo que es importante prestar atención a la vigencia de sus referencias normativas.

Palabras de Rafael Franco Ruiz a los gestores del dia del Contador


Actualizado: 26 marzo, 2008 (hace 16 años)

Documento que se leyó y posteriormente se entregó a los gestores del 1º de Marzo «Día del Contador Público Colombiano» durante la celebración de éste día. Organizado por la Federación Colombiana de Colegios de Contadores Públicos, la Universidad Central y la Fundación Universitaria del Área Andina.

Buenas noches

La Fundación Universitaria del Área Andina, la Universidad Central y la Federación Colombiana de Colegios de Contadores Públicos saludamos a nuestros invitados especiales:

Así mismo, extendemos un fraternal saludo a los constructores de profesión:

Ya los constructores que marcharon al oriente eterno:

Les pido me acompañen a un minuto de silencio por ellos.

Pido a este dignísimo auditorio, acompañarme de pie, para rendir homenaje a estos constructores, con un amoroso, caluroso y prolongado aplauso.

Somos descendientes privilegiados de una generación de constructores. Los definimos así por su inigualable capacidad de realizar cosas inmateriales, utilizándolas de manera ordenada según un plan integrado por los elementos de que constan sus obras de construcción de historia.

Somos descendientes privilegiados de una generación de constructores de gremio, porque con su trabajo edificaron una ideología defensora de los intereses de la nacionalidad y de la profesión que ha cohesionado ininterrumpidamente nuestras luchas, constituyéndose en un factor de integración profesional, estudiantil y académica.

Somos descendientes privilegiados de una generación de constructores de sociedad, porque nos condujeron a una ruptura con las viejas concepciones del corporativismo como mecanismo de organización, solo interesado por la obtención de beneficios para el exclusivo grupo social y nos indujeron a articular nuestras luchas, con las acciones generales que día a día reivindica la sociedad en su conjunto, por el sueño de alcanzar una organización social más justa.

Somos descendientes privilegiados de una generación de constructores de símbolos, entendidos estos como representaciones perceptibles de la realidad, con rasgos asociados por una convención socialmente aceptada. Son los símbolos, signos sin semejanza ni contigüidad, solamente con un vínculo convencional entre su significante y su significado, de una clase intencionada para sus designados. Que si no un simbolismo se erige en la ocasión que hoy conmemoramos, significante de acciones sociales por la defensa de la nacionalidad, de la cultura, de los derechos fundamentales de los colombianos en su tortuosa acción por merecer ser reconocidos como sujetos de derechos en su propio país 

Somos descendientes privilegiados de una generación de constructores de patria, lo hicieron trazando las líneas de orientación, las rutas de acción para consolidar un pensamiento identitario con los mejores propósitos sociales para una nación justa. No otra cosa puede entenderse en el documento origen de la creación del símbolo, el Programa Mínimo de los Contadores Públicos, llamado así solo por coherencia con las ideologías políticas en competencia que accionaban en la época, pero que en verdad constituye un programa estratégico, sin destino distinto a alcanzar escenarios de reconocimiento de la dignidad humana de un sector social integrado por los profesionales contables en nuestra nación, cotidianamente marginados de las grandes decisiones, usufructuarios tan solo de mercados laborales residuales, como efecto irreparable de la existencia de unos mercados monopólicos concentrados en grandes firmas multinacionales, siempre protegidas por las políticas estatales y agenciadas desde organizaciones gremiales con perversos efectos para la dignidad nacional.

La declaración política por la defensa de la nacionalidad, incluida en la determinación de eliminar el monopolio de las firmas multinacionales en el ejercicio profesional, convocó a la acción social por la construcción de mercados adversariales, que en la medida en que avancen establecerán las bases del funcionamiento de un mercado de comercio justo, por la ralentización de la libre concurrencia de oferentes y demandantes de servicios contables, eliminando para siempre la perversa exclusión de las mayorías profesionales, generadora de auténticos procesos de desplazamiento laboral, como consecuencia de las violencias simbólicas que implica la concentración del mercado y del poder.

El programa Mínimo integró los profundos análisis requeridos por la acción estratégica. Por eso incorporó metas orientadas a evitar que las firmas multinacionales adoptaran estructuras nacionales, como en efecto han hecho para mantener sus privilegios y transcendió a los compromisos por la democratización de los mercados, a partir del establecimiento de acciones que impidan la constitución de monopolios nacionales. Es un sueño de solidaridad que establece que si en el campo del ejercicio profesional hay poco por hacer, hagamos poco, para que lo hagamos muchos.

Los elementos de construcción de patria se complementaron con las ideas tácticas de las acciones necesarias que consolidaran a los Contadores Públicos en un grupo social para sí, capaces de alcanzar reconocimiento a su dignidad, de influir las decisiones, de convertirse en cogestores de poder y si esos sueños no han encontrado materialización, la circunstancia obedece más a la inconsecuencia de posteriores generaciones perdidas que a la entereza y compromiso de los constructores.

Somos descendientes privilegiados de una generación de constructores de valores. La emergencia de un consenso de moral nacionalista, encuentra base en sus gestores originales. Ese consenso de moral nacionalista soportado en cinco grandes principios: amor a la patria, amor al trabajo y al conocimiento, independencia mental, solidaridad social y respeto a la dignidad humana.

El amor es un sentimiento profundamente arraigado en los individuos, como manifestación afectiva de lo anhelado.  El patriotismo ha existido desde tiempos inmemoriables, constituyendo durante siglos un ideario de la humanidad, que resume allí su amor por la patria, la preocupación permanente por sus destinos.

Tradicionalmente se ha entendido la patria de manera simple, como la tierra o comarca en que uno ha nacido, o como la reunión de un gran número de hombres, animales y bienes, pero ella realmente no existe si el individuo no asimila su cultura, su lenguaje, sus tradiciones y entiende que la vida de sus seres queridos está vinculada a ella y por tanto no puede ser indiferente a sus destinos. La simple nostalgia por la tierra, la naturaleza, las costumbres, la lengua del país, no puede ser considerada como patriotismo;  lo que aquí se entiende como amor a la patria, es el sentimiento moral del individuo que trata de ser un ciudadano digno de su suelo;  para ello el individuo debe ser hecho un ciudadano con plenitud de derechos.

¿Gozan los contadores públicos de plenitud de derechos en esta patria?  Parece que no;  se les limita extremadamente el derecho a la autodeterminación, el derecho a una auténtica educación, el derecho a un ejercicio profesional democrático y nacionalista. Cuando las grandes firmas multinacionales de auditoría realizan actividades de espionaje económico, en virtud de los volúmenes de información que manejan y en conjunto con el capital financiero internacional, determinan las áreas directas convenientes de inversión extranjera, condicionando los créditos a que el trabajo contable les sea asignado, están sin lugar a dudas negando el derecho a la autodeterminación, así como limitando el derecho al trabajo de los contadores nativos. Cuando al controlar los programas de formación universitaria, ocultan como secretos, técnicas y contenidos, asegurando que solo podrán acceder a ellos, los grupos seleccionados para ser sus trabajadores de confianza, están limitando el derecho de los nativos a la plena educación y mientras tanto ellos con su privilegiada posición de mercado ocupacional, controlan la actividad económica global del país, pues agenciando determinadas prácticas contables, contribuyen a la quiebra de la empresa nacional en beneficio del capital extranjero.

Ello lleva a concluir que en el país hay dos patrias: una de privilegiados que al asumir una actitud extranjerizante, limitando las libertades, el trabajo y la educación, contribuyen al sometimiento de las naciones, a relaciones neocoloniales frente a los países desarrollados.  Otra patria es, la que quieren quienes confrontan la anterior posición, considerando que para ser un ciudadano digno de su suelo, se necesita comprometerse en la defensa de los propios valores, del bienestar comunitario, de la independencia y el desarrollo económico.

Los arzobispos poseen la ciudadanía de una patria multinacional oprobiosa, que consolida sus intereses sometiendo, monopolizando. Los galanes, limitados en sus derechos, tienen un claro criterio de la nacionalidad, preocupándose por los destinos de su patria, actuando en búsqueda de su independencia y el bienestar de todos sus asociados, forjándose así como un ciudadano digno de la tierra que lo vio nacer.

Y en la actividad continua por la defensa de su nacionalidad debe comprenderse que ella no constituye un odio a todo lo extranjero.  Hay que comprender que en todos los países hay arzobispos, berbeos y también galanes que los confrontan.  El amor a la patria no niega, reconoce la necesidad de la unión de los esfuerzos de aquellos que en cada país luchan contra el monopolio, permitiendo algo que parece paradójico, pero es real y necesario, hay que internacionalizar la lucha por la nacionalidad, porque ello hace más fuertes los movimientos al fraternizar los ideales. Una nacionalidad democrática y libre, es el destino que preocupa obtener para su patria, a los que como principio moral le manifiestan su amor.

El trabajo, esfuerzo humano realizado por la producción de riqueza, históricamente despreciado, que solo conoce el comienzo de la dignificación en la moderna sociedad capitalista, constituye el aporte más considerable que puede entregar el individuo a la sociedad.

Los contadores públicos realizan su trabajo en la modalidad de profesión, entendida como práctica social necesaria, para el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, diferenciándose del oficio, por el hecho de que esa práctica se sustenta sobre el dominio de un área del conocimiento universal, que debe orientarse a la actuación honesta, dirigida no solo a la satisfacción de las necesidades personales, sino en aras del bien común.  Por eso se entrega a él la capacidad para dominar las técnicas novedosas, la iniciativa creadora, la disciplina voluntaria y consciente, la lucha contra la actitud descuidada que se encarna en la utilización de terceros para conquistar el propio ocio.

La liberación de tiempo originada en la disminución de la jornada laboral voluntaria o forzosa, no debe originarse por tanto en la explotación del trabajo ajeno, sino en el esfuerzo por elevar el nivel técnico del quehacer profesional y ello solo es posible, mediante el compromiso con el saber, que permite la creación de nuevos procedimientos, de tecnología propia, surgida como fruto de la práctica investigativa, que en otras palabras podría traducirse como el amor al conocimiento.

La responsabilidad acerca del hacer, sus implicaciones sociales y el sentido del deber, aparecen como características inalienables del trabajo. La práctica científica es parte integrante del trabajo y ello obliga a la actividad permanente en la producción y reproducción del conocimiento, a su difusión completa para que no se constituya en propiedad privada que origine mejores condiciones de enriquecimiento personal, sino en patrimonio profesional que otorgue mejores condiciones para arrancar de las manos del monopolio, el derecho de conocer profundamente la realidad y lograr así una actividad calificada, realizada democráticamente, por los nativos y en beneficio de la sociedad en general.

Una profesión que no se preocupa permanentemente por la optimización de la calidad de su trabajo, es profesión retardataria, anquilosada, condenada históricamente a su desaparición por constituirse en obstáculo para los procesos de desarrollo. Si la profesión se soporta sobre un área del conocimiento universal, el deber moral es cultivar ese conocimiento para salir de los simples procedimientos rutinarios, que enajenan la mente y envilecen a los individuos haciéndolos fácil presa de manipulaciones poderosas y mal intencionadas. Hacer del trabajo una actividad consciente, una práctica científica, una contribución al desarrollo social, es el sentimiento que debe orientar la construcción de un comportamiento moral de los profesionales de la contaduría pública, trascendiendo los saberes superficiales, para adelantar en las complejidades de lo específico, porque el conocimiento en gran medida contribuye a la obtención de la libertad.

La conciencia es el sentimiento o percepción de la responsabilidad del individuo, por su comportamiento con las demás personas de la sociedad o sector social;  la conciencia actúa como juez de las propias acciones del individuo, acciones éstas que afectan la vida de otros, por lo tanto la conciencia se extiende a la preocupación por los destinos de sus semejantes.

Cuando se posee una conciencia solidaria, ésta se expresa en actividades de ayuda mutua, trabajo permanente por alcanzar los anhelos comunes, pues los problemas de la comunidad se hacen problemas profesionales y la preocupación por su solución, parte de la vida.  La solidaridad se expresa como el sentimiento individual por las dificultades conjuntas y puede manifestarse en diferentes magnitudes, que van desde las personas, los grupos, los gremios, sectores sociales o la sociedad en su conjunto.

El valor de solidaridad como principio moral de los contadores públicos, se da especialmente en dos niveles;  uno gremial y otro social, a pesar de que el primero está contenido en el segundo.

La solidaridad gremial, debe entenderse como la preocupación permanente por las condiciones de vida y trabajo de los colegas y ello trae de plano la necesidad de la ayuda mutua y la acción conjunta como medio para conseguir condiciones de igualdad en la competencia del mercado ocupacional.  Parte de esa preocupación por tanto ha de ser su responsabilidad de agremiarse, como una forma de vinculación efectiva a la profesión, en la búsqueda de mejorar las condiciones de vida de la colectividad.

Por su propia actividad profesional, el principio moral de solidaridad debe extenderse a la sociedad en general, con un criterio de equidad. El contador público no es un simple manipulador de información, su función social trasciende  a la de ser juez de los hechos económicos y notario de los actos contables, constructor de confianza pública; y en desarrollo de estas actividades, se convierte en centro de la actividad económica por controlar en sí la política fiscal. A través de su actividad, el contador puede contribuir a los procesos de concentración del capital, en detrimento de los pequeños accionistas, que ven esfumarse sus ahorros en las arcas de los grandes grupos financieros;  puede permitir que a través de las prácticas del comercio exterior las empresas extranjeras eviten el pago de impuestos, o lo hagan los contribuyentes de más altos ingresos. Si su preocupación central es él mismo, el contador no encontrará razón para no ejecutar estas prácticas.

Si es un individuo solidario, sabrá que los procesos de concentración del capital, arruinan a los ciudadanos de menores recursos y crea descomposiciones económicas que aceleran los procesos estanflacionarios, encareciendo el costo de la vida y perjudicando a las grandes mayorías de conciudadanos. Sabrá que si favorece el capital extranjero, desestímula el ahorro, empleo e inversión nacional, contribuyendo a la enajenación de su patria; sabrá que los impuestos son un mecanismo de redistribución del ingreso, mediante el cual los más ricos contribuyen a aliviar los problemas de los más pobres, comprendiendo que si los evita a los privilegiados, está contribuyendo a que existan menos posibilidades de tierra, techo, trabajo, salud y educación, para los menos favorecidos por la fortuna.  Por estas razones su actividad profesional, orientada por la solidaridad social, estará enfocada a las acciones contrarias, porque con ello en parte ayuda al desarrollo de su país, el cual no debe medirse por índices de crecimiento, sino por el bienestar de sus habitantes. Las leyes han colocado al contador público en el centro de la actividad económica y su moral solidaria los debe conducir al trabajo, por el mejor estar de la comunidad.

Pilar de la profesión es la independencia mental. La actividad de los contadores públicos basada en el conocimiento, debe por ello estar dirigida al bienestar de la comunidad en general, liberándose de la tutela que sobre ella puede ejercer cualquier fuerza y muy especialmente la del capital. La historia ha demostrado que la contabilidad ha estado permanentemente al servicio del capital y ello de hecho niega la independencia mental. Tradicionalmente se ha definido la independencia mental como la ausencia de relación laboral protocolizada mediante el contrato de trabajo, afirmando que la dependencia laboral niega la posibilidad de dar fé pública o de tener confianza pública;  si ello fuera así, la inhabilidad para tener independencia mental, debería extenderse a toda actividad remunerada que provenga de la institución para la cual se emite el dictamen y buscar que sean entes diferentes a ella, los que seleccionarán y remunerarán al profesional contable de una empresa, pues el argumento de la relación laboral es superficial y puede llegar a hacerse intrascendente. 

La remuneración es una contraprestación por la ejecución de una labor mental o material, independientemente de la nominación que ella reciba. Los honorarios, al igual que los salarios, son una remuneración entregada por el patrono, a cambio de un servicio; en uno u otro caso existe la posibilidad de presión para orientar un dictamen o atestación.  Lo que pasa es que los arzobispos, han utilizado este argumento como forma de justificar el monopolio, cuando aseguran que al tener múltiples clientes, ello les permite renunciar a cualquiera de ellos, si se le insinúan conductas contrarias a su conciencia, porque esto no desestabiliza sus condiciones de vida. Aseguran que sin lugar a dudas, quienes cuentan con pocos clientes no pueden tener una conciencia moral, porque su individualidad se afectará profundamente, por la pérdida de uno de ellos, como si la independencia mental no fuera una característica de su profesionalidad, de su solvencia moral. Pero los arzobispos, defensores de esa tesis de inhabilidad, callan sobre algunas características muy propias de su mercado profesional, porque quizás ellas sí pueden poner en tela de juicio su independencia mental, a pesar de sus múltiples clientes y sus fabulosos ingresos, allegados en calidad de honorarios. 

Qué sucede cuando un profesional o una firma de profesionales no solo presta servicios de auditoría, revisoría fiscal o interventoría de cuentas a un cliente, sino que además se vincula con él por la misma modalidad, en la administración de la organización, a través de servicios de consultoría gerencial, en áreas de impuestos, sistemas, mercados, contratación de ejecutivos, estudios de factibilidad, etc.  En esta circunstancia el contador o firma de contadores se hace parte integrante de la administración y es copartícipe de los resultados que ella obtenga; al realizar la auditoría o control de las actividades de la organización, está evaluando su propia gestión. Quizá, la psicología podría explicar mejor, si es posible la neutralidad en el examen de las propias acciones, o si la misma estructura mental por fenómenos biológicos, crea condiciones de defensa de los propios actos, asumiendo por cierto, que las diferentes fuentes de ingresos originadas en un mismo cliente, no afectan su independencia mental.

No puede limitarse el problema de la independencia mental al mercado ocupacional; ya se ha afirmado que ella es una característica de la profesionalidad y que la profesión es una práctica social que se soporta sobre un área del conocimiento universal. Se habla de conocimiento racional, de aquel que permite describir y explicar las cosas como son y no como parecen ser.  El conocimiento es la búsqueda permanente de la verdad, y por ello la actividad de los contadores no puede quedarse en el estrecho margen de la ejecución técnica, sino ser ejercicio permanente de la mente, en la búsqueda del objeto de la ciencia.  Es cierto que el objetivo de la ética es la búsqueda de lo bueno, mientras el de la ciencia es la búsqueda de la verdad. Si el conocimiento que aplicamos no es verdadero, eso no es bueno.  Si sabiendo que ese conocimiento es falso lo aplicamos, se ejerce la independencia mental en forma inmoral;  pero si es falso y no lo sabemos, al contrario lo damos por cierto, ese conocimiento actúa como elemento negatorio de la independencia mental.

No es desconocido que la contabilidad actual constituye una técnica, con profundos contenidos ideológicos al servicio del capital, que actúa como instrumento eficaz, para ocultar la explotación como fundamento de las relaciones sociales de producción, al aparentar que los símbolos o la compraventa y no el trabajo son los creadores de la riqueza. El modelo contable anglosajón, tiene implícita una ideología colonialista, al permitir una competencia desventajosa para la producción nacional y actúa como instrumento dinámico para el mantenimiento y profundización de las relaciones de dependencia.  Quizás se ha utilizado inconscientemente y esa inconsciencia surgida de la ausencia o escasez de trabajo investigativo, niega la independencia mental, como la niegan las leyes que obligan a su utilización.

Por eso se entiende la independencia mental como una característica profesional, que trasciende los problemas del mercado y obliga a comprometerse con el saber como una forma de ejercer la libertad, base de este principio moral reivindicado.

La dignidad humana es la significación social del hombre, en que se encarna en todas sus dimensiones el valor de la personalidad. Para que este valor de la personalidad pueda ejercerse en la vida cotidiana, es necesario que los individuos posean iguales derechos y oportunidades, lo que los enciclopedistas franceses llamaron libertad e igualdad.  Solo la igualdad de oportunidades en el acceso al trabajo y al conocimiento, podrá permitir emular profesionalmente con todos los colegas y construir así el valor de la personalidad. Pero este valor no debe confundirse con la búsqueda de honores o glorias individuales, manifestación de comportamientos egoístas, pues en esta lucha infructuosa por la gloria personal se pierden los mejores timoneles, bien porque en ellos surgen una serie de actitudes prepotentes que causan daño a la comunidad, o porque en la comunidad surjan posiciones críticas saludables, u otras actitudes individualistas lo confronten, para lograr la dedicación vacía al honor de las individualidades que desconocen de hecho los intereses generales.

La dignidad humana debe ser una aspiración colectiva, permitir la dignificación de la profesión frente a los intereses foráneos. La dignidad humana solo encontrará realización, en la medida en que los profesionales individualmente considerados, conozcan en todas sus dimensiones, el envilecimiento que origina la dependencia al no permitir igualdad de oportunidades en el mercado ocupacional y mantener a raya los intentos cognoscitivos que puedan desarrollarse por los esfuerzos nacionales.

El camino hacia la conquista de la propia dignidad debe entenderse como una actitud altiva frente a los monopolios, realizando acciones que busquen la transformación de las condiciones actuales. La pasividad frente a esta cuestión constituye una actitud pusilánime, merecedora de la censura absoluta de la profesión en general, por cuanto contribuye al mantenimiento de las actuales condiciones.

Estos son cinco principios básicos de moral, que deben constituir el soporte ideológico de la moral normativa de los profesionales contables, resumen los más altos y sentidos intereses de los contadores públicos, estando desde luego en contradicción con los del monopolio profesional. Estos principios morales, avanzando en el camino de la realización de la humanidad, señalan como normas de conducta, el conjunto de actividades y tareas tendientes a encontrar las mejores condiciones de trabajo y libertad, única situación que permite el ejercicio pleno de sus derechos, condición indispensable en la conquista de la dignidad profesional, que permite mejores oportunidades para el cultivo de la ciencia y la práctica laboral, con verdadera independencia mental. El amor a la patria, la solidaridad social, el amor al trabajo, la independencia mental y el respeto a la dignidad humana, como principios morales nacionalistas se sintetizan en la defensa de los derechos y valores de nuestra nacionalidad.

Este patrimonio moral, heredado de los constructores, determina la existencia de una antinomia frente a las pretendidas evoluciones que fueron conduciendo, desde una ética sin religión a una ética sin moral, para concluir en la propuesta actual de la globalización, la vigencia de una ética sin valores, en la cual lo bueno se constituye por lo mejor dadas las circunstancias, eliminando las axiologías, sustituyendo el cosmos por el caos y determinando que los valores son un principio del poder y no de la justicia.

Somos descendientes privilegiados de una generación de constructores de futuro que nos señalaron la necesidad de la ruptura con una educación orientada al simple desarrollo de destrezas, de habilidades, hoy denominadas competencias, donde lo fundamental es lo sensomotor, el privilegio del hacer sobre el saber, el aprendizaje por imitación, antes que por conocimiento, indicando los caminos de una nueva educación fundamentada en el conocimiento y la investigación, única posibilidad de ser actores de la innovación, antes que operadores de poder como hoy lo pretenden los intereses de la globalización al intentar someternos a una estandarización ajena y enajenante, más conducente a una crisis moral, a un réquiem por la confianza, que a un ejercicio profesional soportado en la conciencia y en el conocimiento. La estandarización quiere conquistar nuestra cabeza, la investigación -nos lo enseñaron los constructores- es la estrategia de la independencia.

Somos descendientes privilegiados de una generación de sembradores, que diseminaron la semilla, de la que germinaría la conciencia social, el patrimonio simbólico, la construcción de patria, la construcción de valores y la construcción de futuro.

Este encuentro de constructores, es la cumbre del milenio, por su importancia, por el valor de los concurrentes, por la historia construida, por la irrepetibilidad del hecho. Cuanto conocimiento, cuanta historia, cuantos valores, cuanta sabiduría, reunidos, difícilmente será posible de nuevo.

Ustedes son nuestros padres gremiales, nos enseñaron los caminos de la organización.
Ustedes son nuestros padres sociales, diseñaron los senderos de la integración.
Ustedes son nuestros padres éticos, construyeron los valores que orientan nuestra cotidianidad y trascendencia.
Ustedes son nuestros padres políticos, señalaron la irrenunciable acción por la soberanía, la cultura y una economía más allá del mercado
Ustedes son nuestros padres ilustrados, señalaron los senderos del conocimiento y la educación.

Pero sobre todo, son nuestros padres humanos, sembraron en nosotros la sensibilidad social, la importancia de ser, saber y hacer, señalaron los caminos de construcción de una profesión ética, solidaria, patriótica, los elementos necesarios para construir felicidad, última meta del ser y fundamento de una nación que se consolide sobre la base de la democracia real y la justicia social.

Nosotros, su descendencia, tenemos la responsabilidad de ralentizar el patrimonio social que hemos heredado. Asumimos el compromiso de heredar su palabra y su trabajo, de hacer transcendentes sus luchas y sus sueños.

 

C.P. Rafael Franco Ruiz
Comité de Defensa Profesional
Federación Colombiana de Colegios de Contadores Públicos

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