Este artículo fue publicado hace más de un año, por lo que es importante prestar atención a la vigencia de sus referencias normativas.

Profesionalización de la revisoría fiscal en la empresa – Eric Duport Jaramillo


De la misma forma que las juntas directivas, la figura del revisor fiscal tiene un desarrollo limitado en las empresas colombianas, debido en gran medida al desconocimiento del papel que juega este órgano en asegurar el cumplimiento de mínimos legales, definitivos para el correcto y transparente funcionamiento de las organizaciones.

El marco empresarial colombiano es tan complejo que, en empresas pequeñas obligadas legalmente a contar con un revisor fiscal, este mezcla su función fiscalizadora con una función asesora, confundiéndose en una misma persona –el juez y la parte–, lo que deslegitima su función, asumiendo una enorme responsabilidad personal y profesional, muchas veces de buena fe o por el simple hecho de conservar su contrato y asegurar sus honorarios.

Es común encontrar en las empresas la figura del revisor fiscal en cabeza de la misma persona que ha ejercido ese cargo desde hace varias décadas. Por supuesto, este personaje se convierte en el asesor de confianza del gerente, la familia y la junta directiva, al punto que es el mismo que les realiza la declaración de renta, aunque la firme un tercero. En materia de elección, generalmente es el mismo gerente quien lo escoge, pensando más en el consejo que pueda brindarle, que en la autonomía que debe caracterizar sus dictámenes.

En efecto, las buenas prácticas de gobierno corporativo establecen la necesidad de tener procesos de selección del revisor fiscal bajo criterios objetivos y de independencia, con la necesidad de presentar, por lo menos, tres propuestas al órgano que lo selecciona. No olvidemos que el revisor fiscal se convierte en los ojos de los accionistas dentro de la empresa y, por lo tanto, son ellos quienes deben asegurarse de elegir una firma reconocida o un profesional independiente para que de fe de la correcta actuación de los administradores, de acuerdo con lo establecido en los estatutos y en la ley.

Así mismo, es recomendable rotar al revisor fiscal al menos cada cinco años. Sobre la premisa de que “escoba nueva barre mejor”, el nuevo auditor llega a la empresa con un criterio independiente, alejado de los posibles “amiguismos” que se dan por el hecho de compartir largos períodos de tiempo con funcionarios de la empresa. En una encuesta realizada hace 10 años por la Superintendencia de Sociedades, se identificó que el 82,7% de las empresas no rotan al revisor fiscal al menos cada cinco años, afectándose seriamente los criterios de independencia en su ejercicio profesional.

Cada vez más, encontramos en el mercado a profesionales que cumplen integralmente su función, dando estricta observancia a las funciones contenidas en el Código de Comercio y en la legislación tributaria. En la medida que los empresarios empiecen a exigir revisores fiscales íntegros y bien preparados, y que los accionistas realicen evaluaciones sobre el cumplimiento de los objetivos planteados y aprobados en el plan de auditoría, estaremos promoviendo la profesionalización de un gremio que tiene una altísima importancia en el correcto manejo de las empresas, en momentos en que todos clamamos por gobiernos transparentes y honestos.

No olvidemos que las peores crisis empresariales recientes en el mundo tuvieron una alta complicidad por la participación de las firmas de auditoría externa en los entramados ilegales planeados por los administradores o, por el contrario, por ausencia total de fiscalización, cuando esta era completamente necesaria.

Ser socio y accionista en una empresa, además de decidir el reparto de utilidades, exige tener la habilidad y responsabilidad de escoger a aquel que ayudará, a través de su oficio profesional, a garantizar que nuestros recursos estén bien administrados.

Eric Duport Jaramillo

Abogado de la Universidad Javeriana de Bogotá, especializado en Derecho Comercial de la Universidad Bolivariana de Medellín. Realizó el Programa de Alta Dirección Empresarial –Pade– del Inalde, Escuela de Negocios de la Universidad de la Sabana, y fue becado por la Exxon Mobil para realizar el Programa de Gobierno y Liderazgo de la misma escuela. Cuenta con un diploma en Estudios Latinoamericanos del Instituto de Altos Estudios de América Latina de la Universidad de Paris III, y ha desempeñado cargos entre los que se destacan: presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Pereira entre 2005 y 2012, y ministro consejero en la Embajada de Colombia ante la Unión Europea entre 2012 y 2015. De igual manera, ha ejercido como miembro de junta directiva en diferentes entidades de la ciudad y como docente universitario. Actualmente se desempeña como gerente de la firma Duport Abogados y como consultor en gobierno corporativo y empresas de familia.

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