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Una buena fórmula para evitar la toma de malas decisiones (III) – José Arbey Maldonado


Autor: Jose Arbey Maldonado
Las prácticas de la paciencia

La otra cara de que la paciencia sea un hábito, es que la impaciencia también lo es. En opinión de Ryan, los seres humanos estamos programados para ser pacientes, de otra forma usted no habría logrado cursar todos esos años en el colegio o en la universidad. Pero lamentablemente ese sentimiento desagradable de sentir que no hay tiempo, que todo es urgente y ese «estoy siempre ocupado», se va apoderando de las personas al punto que para la edad adulta ya es todo un hábito. Romper con esto no es fácil. Por eso, M.J. Ryan recomienda que lo primero que debe hacer si le interesa ser más paciente es no ser tan duro con sus errores. «Solo podemos cambiar entendiendo nuestro comportamiento sin ser tan agresivos con nosotros mismos. El objetivo no es tanto nunca ser impacientes, sino lo que aprendemos cuando actuamos de esta forma y lo comprensivos que somos con nuestras actuaciones», argumenta la autora. Ser impacientes tiene mucho que ver con perfeccionismo, y hasta en esto hay que aprender que todo tiene su tiempo. En otras palabras, hay que ser pacientes para ganar paciencia.

Otra recomendación en el camino de hacernos más pacientes es siempre ver las cosas desde una perspectiva más amplia. Aun cuando todo le esté saliendo mal un día, si cree que no va alcanzar con lo que le pidió su jefe, que va a perder una materia en la universidad o terminar una relación, siempre vale la pena preguntarse ¿esto va a ser relevante en los próximos diez años? ¿Realmente vale la pena que duerma hoy intranquila(o) por esto? ¿En el contexto más amplio de mi vida tiene sentido sufrir? Según M.J. Ryan, tan pronto ponemos las cosas en una perspectiva más amplia, inmediatamente ganamos en paciencia. En esta misma perspectiva hay que aprender a no sobrevalorar los problemas. Regresando a Lance Armstrong, en su libro dice, «si algo aprendí en mi enfermedad es que de todas las cosas que pudieran haber salido mal en un día, nada es peor que un cáncer».

Cuesta trabajo entender que la forma como se arranca el día establece el ritmo de cómo va a ser la jornada. Vale la pena esperar ciertas cosas. La experiencia de Íngrid Betancourt, los militares colombianos y los estadounidenses en cautiverio, algunos secuestrados por más de diez años, son un ejemplo formidable del valor de la paciencia. Siempre hay que repetir «tengo todo el tiempo del mundo».

Es claro que en ciertos escenarios, como el maltrato de un jefe o de la pareja, o una carrera que no lleva a ninguna parte, vale la pena declarar «no más, no voy a esperar más». Pero en general, como sociedad tenemos mucho que aprender de las virtudes de la paciencia. El narcotráfico, la ilegalidad en los negocios, la guerra armada, y la intranquilidad de la gente, no son otra cosa distinta a no saber asignarles tiempo y esfuerzo a las ilusiones.
 
En los momentos de mayor tensión, los pilotos de avión están entrenados para hacerse una pregunta que los tranquiliza ¿esta cosa todavía está volando? Así es la vida. Aun en los momentos de mayor tensión, pare, tome un fuerte respiro, mejor otro más, y siga adelante que con calma se le van a dar las cosas.

José Arbey Maldonado Lenis
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