He utilizado esta columna desde 2014 para escribir sobre impuestos y sociedades, que es el tema en el cual me muevo profesionalmente. No obstante, al ver que Colombia se juega su futuro en medio de un mundo en llamas, me parece sensato cambiar de tema para expresar mi opinión sobre el camino que debemos escoger los colombianos. Debo decir que esta columna contiene mi opinión personal y, por ende, solo me compromete a mí.
La corrupción es el cáncer de la sociedad, y como cáncer –cuando aparece–, hay que luchar contra él para vencerlo; y si no es posible, extirparlo. También hay que prevenirlo. Muchas personas previenen conscientemente la aparición del cáncer en sus cuerpos con buenos hábitos de vida: alimentación balanceada, deporte, limitación del tabaquismo, vacunación, protección del sol, cuidado personal, entre otros.
No obstante, deben existir tipos penales que sancionen los actos corruptos; desafortunadamente, esta práctica ha sido tolerada por los colombianos. De manera increíble, frases como “Reduciré la corrupción a sus justas proporciones”, dicha por Julio César Turbay Ayala, o “La corrupción no se va a acabar; es inherente al ser humano”, dicha por Miguel Nule, son repetidas en cocteles como frases ingeniosas y divertidas, dotadas de picaresca colombiana.
He seguido de cerca la percepción de los diferentes candidatos a la problemática de la corrupción, y, por lo general, sus propuestas no pasan de ser simples arengas demagógicas (tales como “Vamos a encarcelar a todos los corruptos”) o lugares comunes plagados de generalidades, pero sin ninguna fórmula precisa de cómo combatir o erradicar tal fenómeno.
De todos los candidatos y precandidatos a presidente, solamente a Federico Gutiérrez, en sus debates políticos, le he oído unas tesis que me parecen sensatas y unas propuestas para combatir la corrupción que creo que son aplicables. Además, su trayectoria y transparencia en gestión pública le dan la solvencia moral para poder hablar de soluciones en este campo.
Paso a tratar de resumir lo que recuerdo de las propuestas planteadas: la solución de largo plazo del problema de la corrupción es la educación; este es un trabajo que debe hacerse desde las familias y desde los colegios; el trabajo generacional hará que, con el paso de los años, cambie la cultura, y los temas relacionados con la corrupción generen desprecio y vergüenza (como en ciertos países asiáticos, incluido Japón).
La solución de mediano plazo es la utilización de todas las fuentes de información, robótica e inteligencia artificial para detectar los focos de corrupción e impedir oportunamente la comisión de este tipo de actos; los reservorios de información de los diferentes órganos estatales (Contraloría, Fiscalía, superintendencias, Dian) más un sistema eficiente de robótica e inteligencia artificial pueden generar alertas tempranas para prevenir la comisión de delitos asociados con la corrupción. La solución de corto plazo es la redistribución tributaria como mecanismo para canalizar el recaudo hacia fines específicos.
Así, si ciertos impuestos tuvieren una destinación específica, existiría más control sobre su destinación, menos discrecionalidad en el gasto y más confianza de la gente para pagar impuestos (algo similar a lo que se intentó con el sistema de obras por impuestos, pero para aplicación masiva).
Las próximas elecciones son vitales para el futuro de Colombia. Votemos inteligentemente y en contra de la corrupción.
Juan Esteban Sanín Gómez
Socio de Ignacio Sanín Bernal & Cía. Abogados y Contadores.