La depreciación hace que las entidades reconozcan el importe depreciable de sus activos de largo plazo como gasto durante sus vidas útiles. Por su parte, los Estándares Internacionales no señalan los métodos aceptados o prohibidos, sino los requerimientos que deben cumplir estos métodos de depreciación.
La depreciación es la distribución sistemática del importe depreciable de un activo a lo largo de su vida útil. En la anterior definición se deben revisar los siguientes términos:
El valor residual y la vida útil son estimaciones, por lo que la entidad debe hacer una evaluación al momento de adquirir cada uno de sus activos, con el objetivo de asignarles estos dos elementos, los cuales tendrán que ver con el cálculo del importe depreciable y el monto en que se debe llevar dicho valor al estado de resultados de cada período.
Se debe tener en cuenta que la vida útil y el valor residual no pueden ser valores genéricos asignados a un grupo de activos, porque este par de variables son particulares para cada activo.
Para el caso de los activos de bajo impacto sobre los estados financieros, como muebles y enseres o algunos equipos de cómputo, la entidad podría asignarles una vida útil genérica (10 años para muebles y enseres, y 5 años para equipos de cómputo, por ejemplo), siempre y cuando esto no afecte significativamente los resultados de cada período.
Cuando se trata de activos cuyo valor es material, la entidad debe evaluar individualmente la vida útil y el valor residual de cada activo. Algunas entidades deprecian todos los inmuebles con una vida útil general de 45 años, lo cual no se considera adecuado, ya que la entidad puede tener expectativas de uso distintas para cada uno de ellos.
Los Estándares Internacionales no establecen qué métodos de depreciación son permitidos o prohibidos. En su lugar, el párrafo 22 de la sección 17 – Propiedades, planta y equipo requiere que la entidad seleccione un método de depreciación que refleje el patrón con arreglo al cual se esperan consumir los beneficios económicos derivados del activo.
La norma enuncia que se debe elegir el método correcto para el activo. Lo anterior quiere decir que la entidad debe elegir, por cada activo adquirido, el método que mejor se adapte al uso que le va a dar al mismo.
La norma menciona, aunque no es una lista restrictiva, el método lineal, la depreciación decreciente y los métodos basados en el uso, tales como las horas de trabajo o el método de las unidades de producción.