En nuestro especial del “Día del contador público colombiano 2019” invitamos a Daniel Sarmiento Pavas, quien asegura que quitarnos el estigma de ser mecánicos, que nos ha acompañado durante casi 70 años, es muy difícil. Es un camino largo, ya que estamos en un proceso de transición generacional.
En nuestro especial del “Día del contador público colombiano 2019” invitamos a Daniel Sarmiento Pavas, quien asegura que quitarnos el estigma de ser mecánicos, que nos ha acompañado durante casi 70 años, es muy difícil. Es un camino largo, ya que estamos en un proceso de transición generacional.
Daniel Sarmiento Pavas, contador público, socio director ACS-SMS Colombia y miembro del Grupo Asesor del Consejo de Normas Internacionales de Contabilidad –IASB– piensa que el perfil que exigen las empresas del contador público es el factor que hace que se abran las posibilidades para los mejor preparados.
Creo que estamos en un proceso de transición. Los colegas que han ejercido de manera independiente por muchos años no se han adaptado en su mayoría a las nuevas tecnologías, aunque algunos han mostrado una sorprendente habilidad para absorber los cambios del entorno. Pero los colegas egresados desde hace 20 años o menos, han ido adaptándose a las exigencias de estos tiempos. Ya es difícil prestar servicios pensando en el papel, en especial para hacer auditoría o revisoría fiscal. No tener herramientas virtuales complica mucho el trabajo de hoy.
No me parece que la demanda de contadores se amplíe como consecuencia de la normatividad. Lo que cambia es el perfil exigido, y es ahí donde se abren posibilidades para los mejor preparados. Sin embargo, el asunto no mejorará mientras no haya una acción supervisora efectiva de la Junta Central de Contadores –JCC–. La junta visita lo contadores, pero los resultados de las revisiones terminan naufragando porque el Tribunal Disciplinario de la JCC no abre los procesos. Esto permite que muchos colegas no cumplan con los requerimientos técnicos y sigan ejerciendo con tarifas muy bajas, en razón del poco tiempo que les dedican a sus clientes.
Por otro lado, hay una evidente sobreoferta en la profesión, que el mercado no puede absorber. En el neto, en Colombia se crean alrededor de 48.000 empresas al año, pero alrededor del 90 % no necesita un contador permanente ni revisor fiscal, es decir que se abren 4.800 cupos para alrededor de 10.000 nuevos contadores que se gradúan cada año. En un entorno como el nuestro, el cumplimiento normativo tiene que ser coercitivo, porque de lo contrario es inútil, y no hay coerción si la junta no ejerce acción disciplinaria.
Creo que las aptitudes tradicionales se mantienen, pero se requieren otras: manejo del inglés, razonamiento matemático, conocimiento en finanzas, y conocimiento en gestión, en riesgos y en tecnología.
Sí, pero no uniforme. Muchos programas no están preparando profesionales listos para enfrentar las exigencias actuales del mercado. De hecho, no es fácil contratar un buen profesional recién egresado, porque muchas veces encuentra uno vacíos enormes en la formación básica.
Pensaría que hay tres tipos de programas de contaduría en el país: los de universidades vanguardistas, que han dotado de recursos suficientes a sus estudiantes para que su formación sea lo más internacional posible; infortunadamente son la minoría. Un segundo grupo es el de los programas que no cuentan con los mismos recursos, pero que se han preocupado por modificar sus planes de estudio y de exigir a sus docentes conocimientos relacionados con las normas técnicas vigentes. El problema es que es un grupo que no anda a la vanguardia, sino que reacciona de acuerdo con los cambios. Lo preocupante es el tercer grupo, donde hay muchos programas de baja calidad, muchos a distancia sin recursos ni contenidos actualizados. Creo que el problema viene desde el mismo sistema de otorgamiento de registros calificados y pares académicos que en algunos casos no consideran importante el perfil internacional del contador colombiano.
En ese campo considero que la visión no ha cambiado mucho. Quitarnos el estigma de ser mecánicos, que nos ha acompañado durante casi 70 años, es muy difícil. Es un camino largo, porque también, como digo, estamos en un proceso de transición generacional. Pero soy optimista con respecto al futuro. El presente por ahora no es el mejor.