La actividad de las compañías aseguradoras de Colombia ha sufrido los impactos negativos de la pandemia, como la mayoría de los sectores productivos.
Las primas emitidas hasta el mes de julio ascendieron a 16,9 billones de pesos, con una variación nominal anual del 0,7 %; en el mismo período de 2019 estaban creciendo al 10,5 %. En términos reales hay una caída de 1,3 % en 2020, que contrasta con una variación positiva de 5,4 % en el año anterior.
El año comenzó bien y las primas emitidas crecieron 10,5 % en el primer trimestre, pero el impacto negativo de las restricciones impuestas desde finales de marzo ocasionó una caída del 6,1 % nominal en las primas emitidas entre abril y julio con respecto al mismo período de 2019.
La industria aseguradora sintió, además, una caída del 16 % en el producto de las inversiones, debido a la mayor volatilidad de los mercados financieros y la reducción de las tasas de interés. Cabe señalar que las compañías son grandes inversionistas institucionales y su portafolio a julio ascendió a 62,5 billones de pesos.
Como consecuencia de esos hechos, la utilidad neta cayó en 23 % con relación a la observada en enero-julio de 2019, la rentabilidad del activo disminuyó de 3,4 % a 2,3 % y la del patrimonio de 21,7 % a 15,6 %.
Es conveniente resaltar que las compañías aseguradoras son profesionales en la administración de riesgos. Su principal función en la sociedad es brindarle a las empresas y a las personas la oportunidad de transferir sus riesgos con el fin de reducir la incertidumbre en la toma de decisiones en sus actividades cotidianas y en la preservación de sus patrimonios. La prima que pagan los asegurados es el precio que cobran las compañías por asumir esos riesgos.
Para cumplir con su función, las compañías deben dispersar el riesgo asumido, y lo hacen de múltiples formas. Una de ellas es la aplicación de los principios de la diversificación de portafolios, por lo cual es raro que se concentren en un solo ramo de la actividad; esto lo hacen porque cada ramo tiene sus riesgos característicos y pueden ser impactados de formas diferentes por un choque macroeconómico, sectorial o sanitario, como el actual.
En particular, la pandemia y las medidas de contención han tenido una mayor incidencia negativa en el crecimiento de las primas de los siguientes ramos: rentas vitalicias (-34 % nominal), desempleo (-15 %), autos (-10 %), Soat (-5 %), sustracción (-6 %), riesgos laborales (-3 %), accidentes personales (-7 %) y transporte (0 %).
Si bien es cierto que las cuarentenas redujeron la siniestralidad en algunos tramos, se debe tener en cuenta que ese fue un efecto temporal y que hay otros aspectos derivados del COVID-19 que afectaron la industria aseguradora, como es el freno a la emisión de pólizas, la demora en el pago de primas, el aumento de la siniestralidad en otros ramos (arrendamientos, por ejemplo) y el menor rendimiento de las inversiones. En casos como el de seguros de salud, el levantamiento de las restricciones y la superación del pico de la pandemia repercutirá en un incremento de las reclamaciones y en la demanda de los servicios represados. Por último, hay que tener en cuenta los impactos diferidos que se observarán en los resultados del resto del año y comienzos del próximo, como ocurre con la dinámica de las primas devengadas.
A pesar de los efectos de la pandemia, el sector asegurador es sólido patrimonialmente y el país debe estar tranquilo de que así sea. Esta solidez en un evento de gran estrés económico debe dar un mensaje de confianza a los asegurados, porque se cuenta con los recursos para atender los siniestros que les ocurran.
El sector continuará siendo el socio estratégico de sus asegurados, cubriendo sus riesgos. El seguro está en el ADN de la economía; esto quiere decir que, sin seguro, es poco probable que se inicien o se mantengan los emprendimientos empresariales, grandes o chicos, que hacen que funcione y se reactive la economía.
Miguel Gómez Martínez
Presidente ejecutivo
Fasecolda