Aunque la inflación impulsará un aumento del salario mínimo será superior a otros años, el alza no deberá ser tan alta, pues tendría un efecto negativo en el empleo formal.
Aunque la inflación impulsará un aumento del salario mínimo que será superior a otros años, el alza no deberá ser tan alta, pues tendría un efecto negativo en el empleo formal.
La discusión del salario mínimo está cada vez más cerca y, en esta oportunidad, factores como una inflación que ya se ubica por encima del 5 %, o una productividad que se espera sea positiva, marcarán el ritmo de las negociaciones entre empresarios y sindicatos.
El diario Portafolio consultó a varios analistas sobre el tema. Las reflexiones apuntan a que si bien la inflación impulsará un aumento superior a otros años, el alza no deberá ser tan alta, pues tendría un efecto negativo en el empleo formal.
“Hay dos elementos que se deben tener en cuenta de manera determinante en esta discusión. En primer lugar, la necesidad de mantener el poder adquisitivo de ese salario mínimo, que se ha venido deteriorando por el aumento de la inflación. Por otro lado es importante retribuirle a los empleados formales el crecimiento de la productividad laboral, es decir, la contribución que han hecho para que aumente la producción en la actividad económica en este año”, indicó Luis Fernando Mejía, director ejecutivo de Fedesarrollo.
Mejía asegura que se debe tener “cuidado con aumentos muy grandes o desbordados”, en primer lugar, por la recuperación del empleo, que aún no llega a los niveles prepandemia, y porque “aumentos muy grandes del salario mínimo pueden incentivar la informalidad”.
James Mora, profesor titular del departamento de Economía de la Universidad Icesi y coordinador del Ormet de Cali, considera que “esta será una negociación muy complicada, la probabilidad de llegar a un acuerdo es muy baja, sobre todo por la inflación”. Cree que los trabajadores buscarán una cifra cercana al 10 %, pero que los empresarios ofrecerán alrededor del 7 %.
“Cuando las subidas son muy fuertes generan efectos no solo en el empleo, sino en la persistencia de la informalidad. Si bien es cierto que se incrementó la productividad, este aumento se da en un contexto en que en el año pasado estábamos cerrados, entonces hay un incremento pero comparado con un año en que no estábamos en la mejor situación”, asegura Mora.
Para Oriana Álvarez, directora de Fundesarrrollo, si se fija un salario muy bajo se “tendrá un fuerte impacto en los hogares más pobres y si por el contrario se establece un nivel muy alto la generación de empleo será la más afectada”. Por ello, la economista propone “adoptar un modelo de fijación del salario mínimo más equilibrado en donde se tengan en cuenta los desafíos y retos de la “nueva” normalidad laboral”.
La experta señala que la productividad en el país estuvo afectada en gran parte por los cierres que impactaron el número de horas trabajadas agregado a las nuevas modalidades de relaciones laborales, y por ello aseguró que “el aumento en el salario mínimo debería estar desligado a la productividad y por el contrario atarlo al desempleo e informalidad”.