No he escuchado al primer contador público que diga que quiere que su hijo(a) siga su mismo camino y se convierta en Contador Público también. De hecho, ¡lo contrario! No solo la respuesta común es negativa, sino que le acompaña una expresión corporal que denota rechazo total a la idea. Diferente es la historia con los abogados. No he tenido tampoco el primer alumno que me diga que desde niño soñó con ser contador.
Seguramente hay un sesgo marcado en el universo de esta encuesta improvisada, pero lo cierto es que la Contaduría Pública no es la más atractiva de las profesiones. En el pasado número del Global Knowledge Gateway emitido por IFAC se habló del tema por enésima vez, y aunque quienes hablan en este se enfocan en el tema de la auditoría y no en el de la profesión contable, algunas de sus conclusiones pueden ser relevantes en nuestro país. En este se concluye que la auditoría (léase en este caso, la profesión) es una actividad poco atractiva por:
Puede que sean esos los factores, u otros. Ello no viene al caso. El tema es que la Contaduría Pública se asocia con una actividad aburrida, retrógrada, y, sobre todo, que no da un alto nivel de calidad de vida, y ello resulta por lo menos injusto con una profesión de la que depende, en gran medida, el desarrollo económico de las empresas y el país.
La Contaduría Pública presenta gran empleabilidad en cuanto profesión liberal, con diferentes y variadas líneas de ejercicio profesional y permite tener control sobre un ente económico como ninguna otra actividad corporativa, pero pareciera que solo quienes estamos en esa dinámica lo podemos afirmar.
No obstante, lo que sí se observa es una actitud repetitiva. Una actitud propia del contador, radicalmente diferente a otras prácticas, que le minimiza, le oculta. Una humildad excesiva, que no es concordante con el poder con que cuenta el contador por el acceso y manejo privilegiados de información que tiene. Quizá las facultades “de Ciencias Económicas y Administrativas” (que hace mucho ya no “de Contaduría Pública”) puedan aportar soluciones a esta situación problemática y trabajar desde sus mismos programas de formación en la actitud de los futuros contadores, para que al final del día surjan profesionales con una visión renovada y sólida de lo que es “ser contador”, ya que, de mantenerse así, estos seguirán viéndose perjudicados en medio de tanta oscuridad.
La “actitud del contador”, asociada a la imagen poco atractiva en el mercado, a largo plazo seguirá siendo negativa para la profesión. Tener alumnos que no prevén éxito en su carrera es el equivalente a contar con empleados que hacen su trabajo solo por obligación. Si en las empresas se trabaja, por lo menos en teoría, por tener empleados felices, quizá valdría la pena también asegurarnos por tener alumnos felices.
Donny Donosso Leal
Editor Contrapartida, Novitas, Registro Contable, Vademécum
Tomado de Contrapartida – De Computationis Jure Opiniones
Número 3056, septiembre 18 de 2017