Este artículo fue publicado hace más de un año, por lo que es importante prestar atención a la vigencia de sus referencias normativas.

Las falacias del estado de resultados – Álvaro Marín Hoyos


Álvaro Marín Hoyos

Si una empresa vende a crédito, lo que facturó hoy se va para donde el cliente y regresa convertido en dinero treinta, sesenta o más días después, con el riesgo de que algunas veces no regrese.

Mientras tanto, hay que cancelar varias quincenas, arrendamientos, impuestos, proveedores… ¿Cuál es el impacto de registrar esta factura en la contabilidad? Su valor aumenta el primer renglón del estado de resultados, que es el de las ventas, y se espera que aumente también el último, el de las utilidades.

¿Pero estas son reales? ¿Sirven para pagar las cuentas o para financiar proyectos? No, por cierto. Son ilíquidas, de papel, aparecen en el estado de resultados pero no en la caja. Están en cualquier lugar menos en el bolsillo de la empresa; pero como el gerente las ve allí toma decisiones contando con ellas.

Y cuando el gerente va al banco a solicitar un crédito, le exigen que el estado de resultados muestre utilidades. ¿Son reales? No necesariamente, porque suelen estar afectadas por inventarios inflados y gastos diferidos. El gerente, los dueños y los bancos terminan creyendo que esas utilidades infladas son ciertas y que la empresa va bien.

¿Y cuándo se desmaquilla el estado de resultados? ¿Cuándo se desinflan los inventarios y se amortizan los diferidos? Nunca. Se quedan así para siempre.

Otro día, a la empresa le desembolsan el crédito. Este hecho notorio deja sin cuidado al estado de resultados. No lo registra. Para este informe es como si el dinero no hubiera entrado a la empresa. Y unos meses después, al cancelar cada cuota del préstamo, en la cual se incluye capital más intereses, el estado de resultados solamente registra, por causación, los intereses, la parte más pequeña, pero no el abono a capital, la parte más grande.

¿Quién garantiza que el estado de resultados que ponen a su consideración incluye todos los documentos que se han producido en el período y que no incluye algunos que no existen? ¿Quién chequea los consecutivos? ¿Quién garantiza que no existen documentos espurios?

¿Será entonces que el estado de resultados es un buen consejero para el gerente, para las juntas directivas, para los dueños y para los acreedores? ¿Las utilidades que muestra indican que la empresa va bien? ¿Son confiables los indicadores de liquidez que se calculan a partir de la información de este estado? ¿Si la información con la cual se calculan son equivocados, por qué los indicadores son confiables?

Las normas colombianas establecen que el desempeño de las empresas se mide con cinco estados financieros, tres de los cuales nadie sabe para qué sirven (el estado de flujo de efectivo, de cambios en el patrimonio y de cambios en la situación financiera); el cuarto (el balance general), sólo se produce una vez al año y pocas veces se analiza; y el quinto, el que más se utiliza, (el estado de resultados), es menos confiable de lo que se piensa, como lo acabo de mostrar.

Esto significa que la mayoría de los gerentes conducen sus empresas sin información o con información equivocada. Como si a alguien se le ocurriera conducir su vehículo por las calles congestionadas de una ciudad con los vidrios pintados de negro.

(*) Crisisólogo. Autor del libro Cómo recuperar su empresa. www.crisisologia.com.
alvaromarinh@crisisologia.com

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