Horacio Ayala, exdirector de la Dian afirma que dicha entidad debería aprender a medir sus capacidades reales para manejar las innovaciones que surgen de la mente creativa, pero poco práctica, de algunos funcionarios. Critica, además, la cantidad de leyes con plazos que se terminan incumpliendo.
Horacio Ayala, exdirector de la Dian afirma que dicha entidad debería aprender a medir sus capacidades reales para manejar las innovaciones que surgen de la mente creativa, pero poco práctica, de algunos funcionarios. Critica, además, la cantidad de leyes con plazos que se terminan incumpliendo.
Para el exdirector de la Dian, Horacio Ayala, el hecho de que en Colombia se estén discutiendo reformas tributarias cada dos años es sinónimo que en el país no se puede hablar de un verdadero sistema tributario.
«Cada Gobierno toma decisiones aisladas, de acuerdo con sus ideas o con las necesidades, pero no existe un esquema claro acerca de la tributación. Vivimos de los remiendos que se le ocurran al Gobierno de turno», critica.
Pese a lo anterior, ve necesaria presentar una nueva reforma tributaria para que a través de esta se cumplan con las metas fiscales del 2020.
«La presentación de la Ley 1943 de 2018 fue apresurada y ya se conocen las consecuencias de eso. Además, no se tuvo tiempo para medir los verdaderos impactos de las normas expedidas en 2016», puntualiza.
Sobre la decisión de la Corte Constitucional alrededor de la Ley 1943 de 2018, dice que la Corte cumplió y el país inteligente así se lo reconoce. Además, cumplió con gran sentido de responsabilidad, cuando moduló la sentencia, dilatando su vigencia, para evitar un caos en la aplicación de las normas tributarias.
«Un caos que no tuvo su origen en la Corte, sino en la demora injustificada en la presentación del proyecto de ley y en el apresuramiento para su aprobación», puntualiza.
Ayala dice que hay que estar atentos a las urgencias de los recursos que se vayan presentando por el camino, teniendo en cuenta cómo se presente la discusión de la nueva reforma tributaria. Resalta además que:
«La reducción de la tributación de las empresas, en mi criterio, no tiene una contrapartida garantizada en el presupuesto, y las cifras de comercio exterior y de endeudamiento son una advertencia.
(…)
Dependemos de las guerras de Trump y de los precios del petróleo. La situación no se presta para pensar con el optimismo que tiene el ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla».
Sobre la alta apuesta que ha hecho este Gobierno de darle exenciones tributarias a las empresas, Ayala opina que esto se traduce en que las personas naturales tendrán un mayor peso en el pago de impuestos.
«Sin duda, y eso se observa de la simple mirada a las tablas de tarifas incorporadas en la Ley 1943. Por otra parte, en la forma como está diseñado el SIMPLE, puede reducir las cargas de algunos grupos de personas, por ejemplo, los profesionales independientes», explica.
Ayala también critica la cantidad de leyes donde el propio Gobierno pone unos plazos perentorios para el cumplimiento de obligaciones, los cuales termina incumpliendo.
«¿No es mejor legislar con base en elementos objetivos, midiendo la verdadera capacidad de la administración tributaria, sin crear caos y angustia en los contribuyentes?», reflexiona.
«En la Dian deben aprender a medir sus reales capacidades para manejar las innumerables «innovaciones» que surgen de la mente excesivamente creativa, pero poco práctica, de algunos parlamentarios y funcionarios», critica Ayala.
Para él, el tema de la evasión y su control por parte de la Dian es una tarea compleja porque la tecnología permite transferir la propiedad de grandes capitales e ingresos a territorios o estados de baja o nula tributación.
«Como ejemplo vemos como las grandes utilidades en la venta de empresas nacionales se han realizado sin pagar impuestos, a través de figuras que involucran entidades sin domicilio en el país», explica.
Finalmente, Ayala afirma que uno de los grandes problemas para medir la tributación de las personas naturales consiste en que hay grados muy elevados de informalidad.
«Además, si se observan los niveles de ingresos de los trabajadores formales, es evidente que muy pocos tienen una capacidad tributaria. Un porcentaje muy elevado gana menos de tres salarios mínimos», concluye.