Entre otras dificultades, calcular el valor residual de un activo puede volverse un gran dolor de cabeza para los administradores de las empresas ya que, a la hora de su estimación, dicho cálculo puede suponer costos muy elevados por concepto de contratación de peritos u otros expertos.
Entre otras dificultades, calcular el valor residual de un activo puede volverse un gran dolor de cabeza para los administradores de las empresas ya que, a la hora de su estimación, dicho cálculo puede suponer costos muy elevados por concepto de contratación de peritos u otros expertos.
Cuando un activo cumple su ciclo de vida útil, pero conserva un valor de mercado, dicho valor se denomina valor de rescate, salvamento o valor residual.
Las indicaciones al respecto de la determinación de tal valor, están claramente indicadas en el Estándar Internacional; en este se alude a la necesidad de realizar una estimación avalada por un estudio, lo cual es totalmente diferente a inventar o disponer de cualquier valor para considerarlo como valor residual.
El cálculo de este valor residual ha resultado ser tema de debate entre los contadores, revisores fiscales y asesores en las empresas, debido a que este cálculo puede resultar dispendioso y en ocasiones costoso, ya que se requiere de un estudio documentado que soporte la estimación realizada y no lo que en muchas empresas se toma como tal: suposiciones o cálculos sin argumentos de lo que consideran poder recuperar del activo.
Los Estándares Internacionales, en el párrafo 53 de la NIC 16, indican que el valor residual, en la práctica, suele ser insignificante e irrelevante para el cálculo del importe depreciable. Al respecto de esto, otro tema a considerarse, y que también es tratado por los Estándares Internacionales, es la materialidad.
Al tener en cuenta lo que dice la norma, que “el valor residual de un activo a menudo es insignificante”, no se debería invertir cuantiosas sumas en estudios, por dos razones: la primera de ellas es que por lo general la empresa no obtiene cuantías significativas por la disposición de sus activos; la segunda de estas es por la relación costo beneficio ya que, si el valor residual no es significativo, usar una política que exija este cálculo teniendo que invertir en estudios de mercado o contratación de un especialista, no justificaría tal inversión.
Ahora bien, también es posible que pueda darse la situación opuesta a lo planteado con anterioridad; por ejemplo, en el caso de un bien inmueble que se ha valorizado a través del tiempo, muy seguramente pueda aumentar el valor residual o incluso superar su valor en libros. Para tales situaciones el numeral 54 de la NIC 16 indica que la depreciación del activo será nula a menos de que este valor residual disminuya posteriormente y sea menor que el importe en libros del activo. Ante esto podríamos decir que la empresa puede calcular un alto valor residual y así evitar depreciar su activo.
En realidad, ya sea para estimar la vida útil de los activos o para estimar su valor residual, como lo indica el párrafo 57 de la NIC 16, se requiere criterio profesional.
En tal contexto se hace difícil emitir un modelo estándar a seguir; sin embargo, para no incurrir en costos elevados, una opción recomendable es evaluar la situación puntual de la entidad y, si es posible, basarse en la experiencia que esta tenga con activos similares o buscar su valor en el mercado. Para finalizar vale la pena aclarar que se debe conservar documentación sobre el porqué de tal estimación y, como lo mencionamos anteriormente, no realizar un cálculo al azar sin criterio ni fundamento.