Los adultos que han recibido educación financiera tienen más probabilidades de ahorrar para su jubilación y de planearla.
Se deben incrementar los conocimientos necesarios de educación financiera para comprender conceptos y riesgos financieros en diversos contextos de la educación formal.
Los adultos que han recibido educación financiera tienen más probabilidades de ahorrar para su jubilación y de planearla.
Se deben incrementar los conocimientos necesarios de educación financiera para comprender conceptos y riesgos financieros en diversos contextos de la educación formal.
En su publicación Radiografía de la educación financiera: una política necesaria que requiere una rápida y adecuada implementación, Asobancaria considera que la mayoría de los colombianos tienen dificultades para identificar o aplicar conceptos sencillos de economía y matemática financiera.
Además, dado que en el entorno educativo no se ha implementado una estrategia de educación para la etapa formal, la necesidad de construir programas de educación económica y financiera eficaces para población adulta es urgente:
Después de una década de avance en educación financiera y más de 110 iniciativas en curso, Colombia enfrenta hoy un panorama poco alentador, un retroceso de 1,13 puntos en el Índice de educación financiera frente a la misma medición realizada en 2013 por parte del Banco de Desarrollo de América Latina –CAF–. Este resultado llama a la reflexión sobre la efectividad de los programas que están siendo desarrollados actualmente.
En Colombia no se alcanzan puntajes altos de bienestar financiero, los promedios alcanzados oscilan entre 34,6 y 44,7 sobre 100 puntos.
Para revertir esto, organismos como Asobancaria insisten en la necesidad de incrementar la educación financiera, es decir, los conocimientos necesarios para comprender los conceptos y riesgos financieros y las destrezas, motivación y confianza para aplicar dicho conocimiento en diversos contextos de la educación formal.
Todo ello de la mano de estrategias que permitan complementar lo aprendido con herramientas de apoyo a lo largo de la vida adulta de los ciudadanos, haciendo especial énfasis en momentos clave, tales como emprender, estudiar, establecer un hogar, comprar un inmueble y jubilarse, entre otros.
En Colombia el panorama presenta un elevado número de iniciativas. Se calcula que existen 113 instituciones desarrollando 132 iniciativas de educación financiera, de las cuales en casi ningún caso se ha realizado una medición meticulosa para determinar su eficacia e impacto en el largo plazo.
Esto genera un problema sistémico dado que, al no poder determinar qué funciona mejor, es imposible apropiar mejores prácticas locales o descartar iniciativas que no están aportando valor.
Los resultados en los índices nacionales llaman a la reflexión sobre la eficacia de los métodos utilizados, es decir, demuestran que más que nuevas iniciativas se requiere una evaluación de las existentes. Esto es lo que indican los resultados de diferentes exámenes realizados sobre educación financiera:
Como punto de partida para una evaluación, explica Asobancaria, se debe tener claro el objetivo de la actividad, los beneficiarios y el alcance de la acción; es decir, si se trata de una intervención puntual, una intervención permanente, un proyecto de educación financiera o un sistema de educación financiera.
Una vez estudiados estos puntos se deben definir con precisión los momentos evaluables, siendo ellos la intervención (plan para lograr el objetivo), el resultado (cambios deseados en la comunidad) y el impacto (propósito final de la intervención).
Finalmente, se procede a elegir los indicadores más pertinentes según el momento evaluable determinado y a recolectar la información con diferentes mecanismos, tales como el uso de plataformas, encuestas, grupos focales y entrevistas.
A la hora de informar los resultados se recomienda hacer un balance entre las demostraciones académicas y los hallazgos en campo, aceptando el alcance y enunciando acciones de mejora.