Álvaro Fonseca Vivas, contador público y revisor fiscal con experiencia en auditoría financiera, forense y de gestión, asegura que los profesionales contables no discuten las normas y los procedimientos frente a los retos que exige el mercado laboral. «No debería existir corrupción si fuéramos menos negligentes profesionalmente», expresa.
Álvaro Fonseca Vivas, contador público y revisor fiscal con experiencia en auditoría financiera, forense y de gestión, asegura que los profesionales contables no discuten las normas y los procedimientos frente a los retos que exige el mercado laboral. «No debería existir corrupción si fuéramos menos negligentes profesionalmente», expresa.
El papel del contador público en las empresas es, como siempre lo he expresado, importante y trascendental. Mejor dicho, es el corazón de la preparación, revelación y aseguramiento de la calidad de la información del negocio en marcha para la toma de decisiones por parte de la administración de las organizaciones.
Si bien las Leyes 1474 de 2011 y 1778 de 2016 nos obligan a divulgar aquellas anomalías que encontramos en el desarrollo normal de nuestras labores profesionales, lo cual no debería ser así porque es una función profesional, social y ética, no las cumplimos. Esto es preocupante, mucho más cuando somos preparados en las universidades como contadores, auditores y revisores fiscales.
Es imperativo que ayudemos al proceso anticorrupción, porque por nuestras manos pasan, entre otros, los documentos, contratos y operaciones realizadas por las organizaciones y nos convertimos en peritos auxiliares de la justicia o testigos expertos, como auditores forenses, para ayudar a la administración de la justicia. De tal manera, no debería existir corrupción si fuéramos menos negligentes profesionalmente.
Debe ser un profesional integral, con capacidad y competencias profesionales para asumir su rol, funciones y responsabilidades de forma práctica y ética, con conciencia social, cultural, tecnológica y ambiental al ejercer las labores propias de su perfil, lo cual le permita desempeñar su rol de manera competitiva en un mercado globalizado.
Lamentablemente, a nivel nacional e internacional, en pregrados y posgrados, los contadores en su mayoría están siendo muy pasivos y no han entendido la importancia de asumir retos para aprender nuevos aspectos. No leen las normas; los procedimientos y políticas no las discuten y se tiene una pasividad muy grande frente a los retos que exigen los nuevos mercados. Lo anterior en Colombia, a sabiendas que somos el último país en Latinoamérica que entramos al proceso de Estándares Internacionales de Contabilidad y de Aseguramiento.
Lo bueno: el contador público es el médico de las organizaciones; sabemos los problemas y tenemos las soluciones para lidiar con las situaciones contables y financieras. Lo malo: la regulación no es elaborada, revisada y aprobada por la profesión; son otras las disciplinas que nos dicen lo que tenemos que hacer. Lo feo: hay mucha indiferencia y desunión entre los profesionales contables, los gremios, los académicos, los estudiantes y los que ejercen la profesión –tales como auditores y revisores fiscales–, para fortalecer la profesión y llevarla al nivel ejecutivo o de staff que se menciona en las normas.