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40 años de la institucionalización del Día de Contador Público: Muy poco para celebrar – Juan Jacobo Pavajeau


Juan Jacobo Pavajeau

Las siguientes líneas configuran las palabras pronunciadas en Medellín por el profesor Juan Jacobo Pavajeau, el 27 de febrero del 2015 en las Jornadas Nacionales de celebración del 1º de Marzo, Día del Contador Público colombiano.

Muy queridos amigos y colegas de diversas generaciones y también admirados estudiantes, próximos colegas, a quienes les expreso mi entusiasta deseo para que ustedes sí puedan lograr y disfrutar, por fin, de un ejercicio profesional totalmente colombiano. Claro está, el futuro exitoso en buena parte dependerá también de ustedes.

En primer lugar, debo dejar constancia pública de mi más emotivo y sincero agradecimiento por la gentil invitación a este importante evento, que, por fuerza de la razón, ha traído a mi memoria el recuerdo de instantes remotos pero decisivos para la Contaduría Pública colombiana y para mi vida, los cuales debería compartir con ustedes. Sin embargo, por la limitación del tiempo, sólo voy a referirme al que considero más importante y fundamental en la historia de nuestra profesión.

Sucedió tres años antes de la fecha que hoy conmemoramos. También en esta bella Medellín. Estuve presente en mi condición de presidente nacional de la Academia Colombiana de Contadores Públicos Titulados, asociación que reunía a los contadores universitarios del país.

Tiene inmensa importancia porque con ellos se inició el movimiento libertario de la Contaduría Pública colombiana. Lo lideraron queridísimos y admirados colegas paisas: Eliécer Maya, Germán Estrada, Fabio Alfonso y Aníbal Henao, quienes se merecen nuestro mayor reconocimiento y estamos en mora de expresarlo públicamente, y, en fin, todos los miembros de la seccional de la Academia de Antioquia.

Se realizaba el Segundo Congreso de Revisores Fiscales. Mis colegas y compañeros antioqueños, con su natural coraje presentaron una ponencia contundente, identificada con el inolvidable # 4. Si hoy existiera copia de ese valioso documento, créanme que tendría un valor histórico invaluable. Bien escrito, inteligente, claro, con la independencia mental y crítica propia de los contables. En él se denunciaba, por primera vez en Colombia al Oligopolio de las Big Eight. Ese documento, nada más y nada menos, fue el ‘Florero de Llorente’ de la Contaduría colombiana.

Me vi enfrentado entonces ante un conflicto de intereses de esos que debemos enfrentar en la vida. Fungía además de mi condición de Presidente Nacional de la Academia, quien como tal tenía la responsabilidad de definir la posición de los contadores titulados del país sobre la ponencia en cuestión y, también, la de ejecutivo de un laboratorio multinacional americano, auditado por PriceWaterhouse. En él me desempeñaba como Director Financiero Administrativo.

La situación era compleja porque el presidente de PriceWaterhouse, el CPA Ira Paret, era el líder implacable de las Big Eight en Colombia y además, por esas coincidencias de la vida, también había sido mi profesor de auditoría.

La definición de dicha posición sobre la muy crítica y novedosa ponencia antioqueña, obviamente pondría en juego la situación laboral y la correspondiente subsistencia de un joven contador público. Pero él tenía la responsabilidad de emitir un pronunciamiento sobre el interés colectivo nacional versus el del oligopolio dominante en la Contaduría Pública. Estaba en juego la definición del contador público y, por tanto, hombre ético quien pondría en riesgo su estabilidad económica, versus la del ser humano esclavizado por sus necesidades financieras.

No obstante esta dualidad no había más que un camino correcto. Era indispensable apoyar irrestrictamente la verdad en beneficio del interés nacional, independientemente de la persecución macartista inminente que se vendría sin remedio.

Volviendo a estos días recientes, he podido manifestar a colegas y amigos, con gran tristeza y preocupación, que en este cuadragésimo aniversario de nuestro magno evento, realmente tenemos muy poco para celebrar. Debemos sentirnos, eso sí, orgullosos de aquel momento de reflexión, de inteligencia analítica generado tres años antes de aquel ya lejano Primero de Marzo que hoy festejamos, por aquellos contadores paisas, quienes sembraron la semilla que germinó en 1975, cuando se concretó el movimiento libertario de la contaduría nacional sintetizado en nuestro Programa Mínimo. Si ahora observamos la real situación de este momento encontramos el mismo oligopolio, pero más fortalecido. En vez de ocho hoy son sólo cuatro participantes. Pero más envalentonados y con mayor poder, con su inaudito cinismo y codicia acrecentados. Hoy son mucho más atrevidos e imponentes.

Afortunadamente nosotros también nos hemos fortalecido intelectual y numéricamente. En cuanto se refiere a la reglamentación de la práctica contable estamos más evolucionados que los Estados Unidos. Aunque no nos han dado el crédito, a esa gran potencia no le quedó más remedio en el 2002 que copiar el modelo de nuestra Junta Central de Contadores, pero 60 años después.

Somos alrededor de 200 mil. Cantidad nada despreciable si estuviéramos unidos. Me pregunto y les pregunto a ustedes apreciados colegas: ¿Qué podríamos lograr en Colombia si esa fuerza humana estuviera consolidada e identificada en ideales y direccionada hacia un mismo objetivo? ¿Qué pasaría si cada contador hiciese un ínfimo aporte de $10 mil pesos mensuales a una agremiación única? Obviamente, tendríamos una formidable organización con fuerza económica y política. Seríamos un grupo serio y respetable de opinión, independiente e influyente en el país. Pero si esto es tan obvio, ¿por qué no lo hemos logrado? ¿Será acaso el resultado de la combinación de comportamientos y factores que nos mantienen como una nación tercermundista? ¿Será acaso que somos definitivamente inferiores a los anglosajones? ¿Por qué razón nuestros naturales adversarios, las Big Four, ellos sí permanecen sólidamente unidos? Pienso que su inmenso poder lo han logrado gracias a esa unidad monolítica que los mantiene victoriosos. El oligopolio de las Big Four cuenta además con el formidable soporte de dos grandes asociaciones mundiales: La más poderosa el AICPA, que me atrevería a decir es un superestado con alrededor de 400.000 afiliados. Es tanto su poder, que tienen paralizado el progreso, la evolución y el desarrollo del ejercicio profesional del contador público en beneficio exclusivo del oligopolio. Y la otra, el “Institute of Chartered Accountants in England and Wales” ICAEW, con más de 140.000.

Vale la pena hacer una somera evaluación de la situación actual. El Oligopolio de las Big Four se ha fortalecido, hasta el grado de llevar a cabo acciones agresivas e insolentes, como la de pretender eliminar la Revisoría Fiscal. Sin el menor respeto al Código de Ética inundaron la prensa económica del país con términos maniqueos y peyorativos subestimándonos a los contadores colombianos. Penetraron los organismos estatales con engaños y mentiras y aprovecharon la ignorancia de altos directivos del gobierno y, aparentemente, la venalidad de algunos mandos medios. Las Big Four han utilizado su poder para influenciar al Gobierno de turno y lograron la aprobación de la Ley 1314 del 2009 «Por la cual se regulan los principios y normas de contabilidad e información financiera y de aseguramiento de información aceptados en Colombia, se señalan las autoridades competentes, el procedimiento para su expedición y se determinan las entidades responsables de vigilar su cumplimiento». Estimados colegas y amigos entrañables: Este, sin la menor duda, ha sido el mayor esperpento en la historia contable del país, que le está causando inmenso daño a la nación.

La más clara, concluyente y definitiva razón que soporta esta afirmación es el hecho de que los Estados Unidos, también sin duda alguna, primera potencia científica, tecnológica, cultural y, por tanto económica, del mundo, no han aceptado las NIIF, no obstante el lobby mundial que le han hecho las Big Four desde el 2002. Es increíble y lamentable que los contadores colombianos no nos hayamos opuesto a dichas normas que sólo son el mayor descreste y jugoso negocio, diseñado para explotar la ignorancia o la pereza de profundizar en los asuntos teóricos profesionales, o, quizás también, debido a la esclavitud de los contadores por el cumplimiento de sus grandes responsabilidades con la sociedad.

Surge la pregunta decisiva: ¿Por qué la gran nación del norte no ha aceptado las NIIF? La respuesta es concluyente: Precisamente porque son inconvenientes, porque desfiguran la realidad, porque son proclives para maquillar y falsear la información financiera, es decir, para mentir. Definitivamente porque van en contra del fundamento de la contabilidad, es decir: informar la situación financiera real y transparente de las empresas, sin maquillajes o engaños.

Estamos en mora de abandonar la incomprensible pasividad, indiferencia y resignación. Colegas y estudiantes: Debemos rechazar ya tantos atropellos a la inteligencia y al verdadero pensamiento contable.

Juan Jacobo Pavajeau
Profesor Titular, Catedrático Emérito
Universidad Nacional de Colombia
Email: pavajeaujj@hotmail.com

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