Se conmemoran 44 años de la instauración del 1 de marzo como el “Dia del contador público colombiano”. Muchas personas e instituciones se aprestan para celebrarlo al estilo del Rin Rin Renacuajo de Rafael Pombo, “habrá francachela y habrá comilona”, como si se tratara de un festín lúdico, sin reconocer el valor simbólico, el relato cultural y social que incorpora. Resulta pertinente rememorar el relato. El origen de la conmemoración se remonta a 1975, en el Paraninfo de la Universidad de Antioquía durante la Conferencia Nacional de Asociaciones de Contadores, en la cual se aprobó el programa Mínimo de lucha de los contadores públicos:
I. Objetivo general
Nacionalización de la contaduría pública en Colombia.
Por “nacionalización” se debe entender lo siguiente:
II. Objetivos específicos
III. Mecanismos
Medellín, 1 y 2 de marzo de 1975
Esta declaración gremial no es un hecho aislado, una acción eventual derivada de emocionalidades momentáneas de un grupo particular. Por el contrario, es la manifestación de un punto de inflexión de una larga, prolongada e incansable lucha de un grupo social por el reconocimiento, manifestada en acciones contra patologías sociales expresadas históricamente en la desintegración, la exclusión, el desgarramiento, la cosificación y el desprecio a la comunidad contable colombiana por parte de la sociedad y sus instituciones; así como contra patologías de la razón que condenan a las mismas categorías nuestra capacidad de pensar, innovar y construir, saber y hacer fundado en la inteligencia, condenando a este sector social a la condición de simple operador, sumiso de técnicas o siempre correspondientes con la realidad nacional.
El desarrollo de la contaduría pública en Colombia incorpora paradojas de origen, la demanda antecedió a la oferta, en especial a partir de la década de 1920, conocida como “danza de los millones” por los flujos de capitales surgidos de la inversión del ahorro nacional derivado del cierre del comercio internacional ocasionado por la primera guerra, los flujos de inversionistas extranjeros e incluso la indemnización pagada por el Gobierno de Estados Unidos por la desmembración de Panamá del territorio nacional. Hubo crecimiento económico, internacionalización de la economía, y demanda de servicios propios del ejercicio de la contaduría pública, una profesión inexistente en Colombia que ocasionó la importación de estos profesionales habilitados en otros países, originando el desconocimiento de los trabajadores contables nacionales que terminaron como simples auxiliares de los recién llegados, como décadas después reivindicaría el impulsador de la regeneración del desconocimiento de los contadores colombianos, el representante Simón Gaviria, al iniciar el proceso de sumisión con el control por la captura de nuestras cabezas.
Esta situación de desplazamiento originó el comienzo de las luchas de los colombianos por el reconocimiento, por el derecho a ejercer una profesión, generando organizaciones gremiales como las asociaciones de contadores de Bogotá, Tunja, Barranquilla y Cali, todas identificadas por su objetivo principal, el reconocimiento de los contadores colombianos como sector social, como profesión, por el derecho al trabajo en su propio país. El reconocimiento no tardó mucho en llegar; en la Ley 58 de 1931 se creó de la figura de contador juramentado, que se perdió tan rápido como se alcanzó, dado que, por demanda de los contadores extranjeros y sus primeras firmas, fue revocado por la Corte Suprema de Justicia en 1941. Las luchas por el reconocimiento renacieron hasta llegar a un punto de no retorno por la expedición de la Ley 145 de 1960, con éxitos y fracasos en el intermedio.
Pero el reconocimiento no es un asunto simple, no se constituye por el registro legal de la existencia, como suele pensarse del registro civil para la ciudadanía. El reconocimiento es un fenómeno complejo que se extiende a aspectos afectivos, políticos, culturales y de conocimiento, por parte de la familia, sociedad, el Estado y el mercado. Lejos están los contadores de semejante logro, pues solo se consiguió el registro de existencia, pero no el ejercicio de derechos, ni de dignidad humana en su profundo significado. Ese análisis lo realizó la profesión en la década de 1960, alcanzando algunos logros tibios con la expedición del nuevo Código de Comercio en 1971.
Entornos de reconocimiento |
Tipos de reconocimiento |
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Afectivo |
Político |
Cultural |
Cognitivo |
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Familia | Amor, tiempo | Justicia social | Diversidad | |
Sociedad | Integración | Solidaridad participación | Reconocimiento diversidad | Educación investigación |
Estado | Dignidad humana | Derechos, Confianza | Acceso financiación | |
Mercado | Acceso | Redistribución acceso | Mercados simbólicos | Conocimiento de oferta |
Lucha por el reconocimiento. Fuente: Construcción del autor con base Honnet, Axel; La sociedad del desprecio, 2011.
El gran paso en la construcción de una plataforma ideológica que soporte la lucha por el reconocimiento se dio en 1975, el 1 de marzo, cuando se reivindicó un segundo propósito, centrado en lo económico, el derecho a la redistribución del mercado, concentrado en términos e ingresos en más del 90 % en cabeza de las grandes firmas multinacionales de auditoría, situación que no ha cambiado, se ha profundizado por políticas de gobierno, paradójicamente orientadas a la protección de los monopolios con instrucciones tan precisas como el ordenamiento de que los revisores fiscales de entidades estatales o mixtas que deben proveer el cargo sean firmas internacionales, o las prácticas de superintendencias con capacidad de veto sobre las decisiones societarias que con el argumento de la satisfacción de cualidades de experticia, integridad e idoneidad solo permite la designación de grandes firmas en sectores estratégicos como el financiero, desdibujando los discursos de libre mercado.
El movimiento de regeneración del desconocimiento frente a los contadores públicos no es una metáfora, es una realidad actual y avanza con nuevas expresiones como la minimización de nuestra dignidad mediante la eliminación del derecho a pensar que hace de los profesionales colombianos simples operadores de regulaciones extranjeras (lo de internacionales es retórica, es metáfora de dominación ideológica) que profundiza la discriminación en el acceso al mercado y nos obliga a avanzar en el desarrollo del reconocimiento en una concepción integral. Este 1 de marzo y todos los 1 de marzo deben reivindicarse como ícono de la LUCHA POR EL RECONOCIMIENTO.
Rafael Franco Ruiz
Docente investigador