Como se ha venido anunciando, la Fundación IFRS ha creado un nuevo estándar para presentar informes de sostenibilidad, bajo la dirección de un nuevo consejo llamado: International Sustainability Standards Board – ISSB (IFRS Foundation, 2022). Este nuevo Estándar ISSB tiene el objetivo de ayudar en la implementación de los objetivos de desarrollo sostenible –ODS– en los diferentes países, a través de su cumplimiento en el nivel corporativo. Por estar relacionado directamente con los esfuerzos internacionales que se están haciendo desde las Naciones Unidas de afrontar la crisis que ha traído el cambio climático, podemos llamar a este estándar las NIIF Ambientales.
Se debe tener en cuenta que esta propuesta de solución está basada en lo que se conoce como “sustentabilidad débil” o “Sostenibilidad”, la cual no pretende cambiar la relación sociedad-naturaleza, ni mucho menos el modelo económico capitalista. Lo que esta propuesta plantea es “reformar” algunas instituciones (como todas las propuestas de sustentabilidad débil), para llegar a un nivel de equilibrio deseado.
Desde la perspectiva crítica, estas soluciones son solo pañitos de agua tibia, puesto que no atacan el problema de raíz y no se plantean “deconstruir” las instituciones existentes (o sea destruirlas con el objetivo de construir nuevas), para dar origen a una nueva relación sociedad-naturaleza y con ella un nuevo sistema económico, político y social; un nuevo orden mundial capaz de resignificar el sentido de la vida humana, estrechamente ligado a la vida de todas las demás especies del planeta, y llegar a la “sustentabilidad” como la utopía planteada.
Sin embargo, impedir que el pañito de agua tibia se dé, conlleva a aumentar significativamente las emisiones de gases efecto invernadero –EGEI– y acelerar el colapso. Es una paradoja de la que no tenemos escapatoria.
Frente a la actual crisis civilizatoria que degrada los ecosistemas, la sustentabilidad fuerte propone soluciones fuertes: decrecimiento económico, economías planificadas, ecosocialismo, que, si bien están fuertemente fundamentadas desde la perspectiva teórica, no hay suficientes referentes empíricos exitosos, por lo que las sociedades y gobiernos temen aplicarlas. Esto hace que las soluciones basadas en la sustentabilidad fuerte no se puedan considerar para su aplicación en un corto plazo.
En el plano geopolítico tenemos un mundo inmensamente polarizado; las democracias en la última década han entrado en disputas por el poder entre corrientes de extrema derecha, con discursos nacionalistas, con rasgos de xenofobia y racistas, mientras que en la otra orilla tenemos una izquierda más moderada (o socialdemócrata) con discursos que hablan de libertades individuales, inclusión y derechos colectivos. Las dos corrientes hablan de protección del medio ambiente; pero mientras la derecha justifica el extractivismo a través de su optimismo tecnológico, la izquierda critica fuertemente el extractivismo, pero cuando ha tenido la oportunidad de gobernar, el único cambio significativo que ha efectuado es que dicho extractivismo se lo ha quitado a las grandes multinacionales extranjeras y lo ha estatizado. Tampoco ha habido cambios relevantes en cuanto a las formas con las que los países miden su riqueza y su desarrollo; independientemente de su corriente ideológica, la escala de medición predominante es el crecimiento del producto interno bruto –PIB– (una falacia científica).
En la esfera política actual, el problema ambiental se reduce muchas veces a un asunto de distribución de recursos naturales, muy lejos de la discusión académica que habla ya no del tosco concepto de “recursos naturales” sino de “contribuciones de la naturaleza a las personas –NCP–”, derechos de la naturaleza, valores plurales de la naturaleza, interculturalidad, entre muchos otros temas. En materia ambiental, hay un divorcio entre la ciencia y lo que realmente se aplica cuando los gobiernos ejercen el poder.
Lo que podemos deducir de este contexto global es que las soluciones ambientales, basadas en la sustentabilidad fuerte, son de largo aliento. Las sociedades actuales apenas están despertando a una conciencia ambiental que les ayudará a reconciliarse de la ruptura con la naturaleza que significó la llegada de la modernidad. Las soluciones de sustentabilidad fuerte podrían aplicarse en el corto plazo solo si existiesen contextos de guerra, autoritarismo, tiempos “postcaos universal”, todos escenarios extremos no deseados. De lo contrario, se requiere mucho tiempo para que la sociedad vaya creciendo y evolucionado, ya no con guerras, sino con batallas culturales, las cuales, según Antonio Gramsci, tienen el objetivo de lograr la hegemonía ideológica (Gramsci, 2011).
El tiempo en que una sociedad comienza a deconstruirse y transformarse en una nueva sociedad, a partir de pequeñas victorias dentro de batallas culturales continuadas, es lo que Nancy Fraser llama como períodos de “transición postcapitalista”(Fraser, 2000). No sabemos con certeza cómo será ese nuevo sistema económico que surja de la nueva relación sociedad-naturaleza que establezcamos, pero al menos sabemos que uno de sus principios debe ser la sustentabilidad. También sabemos que no será pronto y que aún queda un largo camino por recorrer. Por lo tanto, son claves todos los logros que se obtengan en relación con aspectos que apunten a cambiar los paradigmas preestablecidos, aún en las pequeñas luchas culturales.
Una de estas pequeñas luchas claves está en la implementación de la regulación de los informes de sostenibilidad del ISSB o NIIF Ambientales al interior de cada país, ya que cada jurisdicción tendrá la autonomía de implementar totalmente la norma sin ningún reparo, en un proceso que generalmente se conoce como de adopción plena o, en cambio, hacer un proceso de adaptación de la norma llegando primero a consensos dentro del país, generando un articulado propio y coherente con el Estándar Internacional, pero al mismo tiempo en armonía con las normas, costumbres, visiones y preocupaciones de la sociedad en donde se va a hacer la implementación. Esta segunda opción se conoce como armonización. Esta discusión ya se tuvo en casi toda América Latina para los tiempos de la implementación de las NIIF del IFRS, con resultados poco alentadores, puesto que después de mucha discusión, la mayoría de los gobiernos de turno decidieron hacer adopción plena, tomando decisiones autoritarias y poco académicas.
Este asunto pareciera insignificante dentro de las discusiones entre las sustentabilidades débil y fuerte, pero desde la perspectiva a largo plazo de la “guerra cultural” y el predominio de una hegemonía ideológica, el asunto es totalmente pertinente. Lograr una armonización de las NIIF Ambientales significa que la Nación está enviando un mensaje de “resistencia” frente al poder hegemónico que está queriendo hacer una implementación limpia y eficiente porque, aunque el país no se está negando a realizar la implementación (es poco probable que se oponga, debido a los tratados de cooperación internacional ya establecidos), si está diciendo que esa implementación se hará al ritmo y con las condiciones que den lugar, para respetar hasta donde sea posible, el principio de la autonomía de los pueblos. Significa también que se tiene la oportunidad de prever situaciones de desventajas para la nación frente al Estándar Internacional y poder introducir desde el principio mecanismos que corrijan los problemas subyacentes o generen fortalezas y capacidades para crear mayor resiliencia frente a la posible adversidad futura.
En el caso de los países de América Latina, dentro de un proceso de armonización de las NIIF Ambientales, se podrían incluir mecanismos que garanticen la representación de las comunidades afectadas por los impactos ambientales en la elaboración de la información de dichos impactos, igualmente mecanismos de validación de la información socioambiental que garanticen su materialidad. Es muy importante este aspecto, puesto que los países vinculados al acuerdo de Escazú, por ejemplo, podrían armonizar las nuevas NIIF Ambientales con dicho acuerdo. La misma lógica aplica para los demás convenios ambientales internacionales, como el de Cooperación Amazónica –ATA–, el Convenio de Estocolmo sobre los Contaminantes Orgánicos Persistentes, el Convenio de Basilea sobre el Movimiento Transfronterizo de Desechos Peligrosos, el Convenio de Diversidad Biológica –CDB–, el Convenio de Minamata sobre Mercurio, la Comisión Ballenera Internacional –CBI–, Convemar, entre otros.
Así que es prudente aprovechar la oportunidad de la implementación de las NIIF Ambientales para implementar a su vez controles que corrijan la asimetría de la información entre responsables y afectados de daños ambientales, controles que balanceen la sobrecarga de información financiera que en principio tienen los informes del Estándar ISSB frente a la información ecológica y cultural. También se podrían incluir indicadores que ayudaran a representar los conflictos socioecológicos distributivos en responsabilidad de la empresa y mecanismos que ayuden a revelar plenamente los pasivos ambientales a cargo de las empresas responsables de los impactos ambientales. La lista podría extenderse dependiendo de las particularidades de cada país. Lo cierto es que lo que no se logre incluir en este proceso inicial de implementación con armonización, difícilmente se podrá incluir o enmendar después; pues será una batalla perdida.
Tengo la esperanza de que, así mismo como muchos de los impactos ambientales que estamos sufriendo en estos momentos, los cuales no notamos cuando iniciaron, pero luego fueron evidentes, así mismo los cambios y las grandes transformaciones que necesitamos surjan en nuestras psiquis para lograr un cambio radical en nuestra relación sociedad-naturaleza; que se comiencen a gestar a partir de la victoria de estas pequeñas batallas aparentemente píricas, pero trascendentales en la lucha por la hegemonía de un pensamiento ecológico emancipador.
Esteban Correa García
Contador Público, especialistas en Impuestos, magíster en Gestión y Ph.D(c) en Ciencias Ambientales.