El crecimiento de la economía colombiana se ha moderado en el último año y, en consecuencia, el consumo de bienes también se ha visto afectado. Entre los principales factores que perturbaron la evolución del consumo durante los últimos doce meses se encuentran: la inflación, el tipo de cambio y la reforma tributaria.
Vale decir que la combinación de una mayor inflación y el aumento de las tasas de interés están disminuyendo el ingreso real de los hogares y han acrecentado sus costos financieros, constituyéndose en una de las principales causas de la caída del consumo. A lo anterior se le debe sumar la depreciación del peso frente al dólar, dado que en el último año la cotización de la divisa se incrementó en un 23 % con respecto al peso.
Por su parte, la entrada en vigor de la reforma tributaria también incentiva la preocupación por las consecuencias que pudiera traer en la disminución del consumo, pues los productos gravados tienen gran penetración en el mercado.
Esta ha aumentado progresivamente desde junio de 2022 y en marzo del presente año ascendió al 13,34 %, la más alta en los últimos veinte años. Los datos revelados en ese mes por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística –Dane– evidencian que la categoría de alimentos fue la que más contribuyó a la inflación anual, dado que esta se encareció en un 21,81 % en los últimos doce meses. No obstante, su ritmo de crecimiento se ha reducido (había sido del 24,14 % en febrero).
Ante el incremento de la inflación, el Banco de la República aumentó su tasa de interés, lo que afectó particularmente al crédito de consumo. La Superintendencia Financiera reportó que la tasa de interés ponderada de consumo aumentó del 21,2 % el 1 de julio de 2022 al 29,1 % el 10 de febrero de 2023, es decir, aumentó 791 puntos básicos en ese lapso.
El precio de la divisa aumentó de $3.981 el 1 de enero a $4.810 el 31 de diciembre, lo que representa una depreciación del 23 %. Como consecuencia se encarecieron los bienes importados, como los insumos agropecuarios (fertilizantes como la urea) y los alimentos que se compran a otros países (principalmente trigo y maíz), lo que endureció la presión inflacionaria sobre la comida.
No obstante, el aumento de las remesas que los hogares reciben del exterior sigue siendo uno de los aspectos positivos a destacar durante este período, especialmente las provenientes de Estados Unidos. En 2020, las remesas totalizaron USD 6.909 millones, en 2021 USD 8.597 millones y USD 9.429 millones en 2022.
Los valores de los dos últimos años fueron los máximos históricos y representaron crecimientos anuales de un 24 % y un 10 %, respectivamente. Se estima que esta tendencia perdure en 2023, tomando en cuenta que los datos de enero reportaron un incremento del 18 % con respecto al mismo mes del año anterior.
Esta nueva ley tiene varios efectos sobre el consumo. Uno inmediato es la merma en el ingreso disponible por la mayor retención en la fuente y la disminución de las rentas laborales exentas.
Otra consecuencia es la entrada en vigor de los impuestos saludables, que encarecerá algunos alimentos a partir de septiembre. Estos tributos se crearon para las bebidas y los productos alimenticios ultraprocesados con alto contenido de azúcar añadida, sodio o grasas saturadas.
Dado este escenario, se puede predecir que el ritmo de crecimiento del consumo continuará disminuyendo, pero entonces, ¿cuáles serán las fuentes de crecimiento para el 2023? Para responder esta interrogante es imperativo revisar la evolución de la inversión que, a pesar de un repunte reciente, está en el mismo nivel que en 2019.
Daniel Zaga
Director de Análisis Económico para Deloitte Spanish Latin America