Según las conclusiones de la Misión de Empleo, las mujeres dedican menos horas diarias de trabajo, esto se debe en parte a que ellas enfrentan una sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidado.
Además, la misma regulación laboral en Colombia colabora para que exista una brecha de género.
Entre las conclusiones entregadas por la Misión de Empleo sobre el mercado laboral colombiano, una parte del diagnóstico está dedicado a los obstáculos que tienen las mujeres en el campo laboral y las diferencias frente a los hombres.
Las mujeres en Colombia tienen más años de escolaridad que los hombres, pero enfrentan mayores barreras de acceso y permanencia en el mercado laboral; solo el 53 % participa en él, en comparación con el 74 % de los hombres.
Y aun si solo se considera a la población que participa, un dato adicional da cuenta de su situación desfavorable: su tasa de desempleo supera el 13 %, versus 8 % para los hombres.
La contraparte de estos fenómenos es que las mujeres dedican en promedio solo 5,6 horas al día al trabajo remunerado en comparación con 7 horas en el caso de los hombres; situación que no ocurre porque quieran trabajar menos, sino porque enfrentan una sobrecarga de trabajo doméstico y de cuidado.
Muchos factores están detrás de estos resultados, algunos con raíces culturales profundas alrededor de definiciones de roles de género en las labores domésticas y de cuidado. Según indica la Misión de Empleo en su diagnóstico:
Disposiciones de la regulación laboral contribuyen a la problemática cuando en ocasiones refuerzan esos roles. Así, por ejemplo, hasta hace relativamente poco tiempo solo las mujeres tenían derecho a una licencia de maternidad; implícitamente asignando a ellas las tareas de los primeros cuidados.
Paralelamente, omisiones en la fiscalización de la misma legislación también juegan un papel relevante:
Si bien en esta expresamente se prohíbe la discriminación contra las mujeres en estado de embarazo, hay evidencia de que algunas empresas incurren en estas prácticas, así como en otras igualmente perniciosas como indagar en las entrevistas sobre las responsabilidades de cuidado de la familia.
Finalmente, en el contexto de las normas culturales existentes, la escasez relativa de servicios de cuidado, tanto de niños menores como de adultos mayores, de facto discrimina contra las mujeres, pues son ellas quienes asumen los costos de estar fuera del mercado laboral.
La interacción entre prácticas en el mercado laboral y normas culturales se refleja en diferencias en salarios entre hombres y mujeres con iguales años de escolaridad; diferencias que, más aún, se profundizan con el número de hijos.
La misma interacción resulta también en menores posibilidades para que las mujeres adquieran una pensión de retiro, ya que es menos probable que cumplan con los tiempos requeridos de cotización.
Para la Misión de Empleo, un mercado laboral más funcional en el contexto de una protección social universal contribuiría a subsanar estas diferencias:
Las mujeres se beneficiarían más de la universalización del aseguramiento contra riesgos de invalidez y muerte; lo mismo de la eliminación de tiempos de cotización mínimos para una pensión complementaria de retiro; y lo mismo de una fiscalización más estricta de las regulaciones laborales.
Por otra parte, un mercado laboral menos disfuncional se reflejaría en salarios más altos, aumentando el costo de oportunidad del trabajo no remunerado, lo que contribuiría a acelerar el cambio en las normas culturales sobre roles de género.
Aunque la Misión de Empleo no estudió la problemática de los servicios de cuidado, es claro que se debe ampliar la oferta para facilitar el acceso y mejorar las condiciones de inserción de las mujeres en el mercado laboral.
Para ellas, «la situación actual es injusta e ineficiente. El país no solo subutiliza el potencial de la mitad de su población en edad de trabajar, sino que lo hace con la mitad que tiene más años de escolaridad», concluye.