Una dificultad recurrente que afrontan las empresas en la actualidad es encontrar el personal idóneo con las competencias adecuadas, que no siempre dependen de las aptitudes, sino de la pertinencia de su formación en contraste con el oficio que se necesita, un vacío muy amplio que existe entre la demanda y las vacantes.
Ese desfase hace que muchas personas queden por fuera del mercado laboral y pasen a engrosar una amplia masa de desempleados o de trabajadores informales, que por la falta de esa formación requerida y de oportunidades reales se convierten en una bomba de tiempo. Esta bomba ha estallado de forma intermitente en diferentes países hasta que en 2019 explotó en Colombia, con una serie de manifestaciones violentas y paros que solo amainaron por efecto de la pandemia que confinó a la humanidad, que agudizó una crisis económica ya desencadenada y causó más desempleo y pobreza aquí y en todas partes.
Frente a ese escenario, el sector privado, y también el Gobierno, entendieron que había que diagnosticar la situación, tomar cartas en el asunto, incentivar programas sociales y de empleo, sobre todo en la población de los jóvenes y de las mujeres.
AmCham Colombia analizó la situación de los jóvenes y encontró que para ellos es como si estuvieran fuera del sistema, que les exige unas condiciones, pero no se preocupa por cubrirlas, por lo que resultaba fundamental entender cuáles eran esas condiciones o qué habría que hacer para cerrar las brechas y en qué franjas la situación era más crítica.
De los hallazgos más importantes de la Cámara de Comercio Colombo Americana, AmCham Colombia, fue precisamente ese desfase entre lo que necesitan las compañías y lo que buscan los desempleados, que las franjas sociales más afectadas estaban entre los 18 y los 28 años –con mayor énfasis en las mujeres–, así como la frustración de quienes procuran su primer empleo y son rechazados por no tener experiencia.
Se encontraron falencias en el bilingüismo versus las oportunidades, en la desconexión del sistema educativo con la realidad de la sociedad y su desarticulación con las necesidades de la oferta disponible en el sector empresarial.
En ese escenario surgió el programa de empleabilidad de AmCham Colombia, que en asocio con la Agencia Presidencial de la Cooperación Internacional –APC Colombia– y recursos donados por la Fundación Howard G. Buffett desarrolla en cuatro ciudades, y permite capacitar y adecuar el talento humano con incentivos reales y objetivos concretos. El diagnóstico nos permitió entender que más que bolsas de empleo se necesita una formación que contribuya a encontrar las competencias y cualificaciones transferibles para reforzar la capacidad de las personas, para que se puedan aprovechar las oportunidades de formación que les conduzca a un trabajo formal.
A eso se le llama empleabilidad. En la experiencia que hemos desarrollado a pequeña escala entendimos que un país que busque competitividad deberá promover una educación que satisfaga las vocaciones productivas del país, darles a los individuos las herramientas necesarias para ser solicitados por una empresa y capacidad de sintonizar con el mercado de trabajo.
Si descubrimos los potenciales del país, si entendemos qué necesita el sector productivo y lo compaginamos con una estructura educativa acorde a las necesidades, entonces tendremos un país con futuro.
María Claudia Lacouture
Directora Ejecutiva – AmCham Colombia (Cámara Colombo Americana)