Colombia necesita un sistema judicial transparente y sin corrupción, fuerzas de seguridad confiables, órganos de control eficaces e independientes, gobernantes que rindan cuentas permanentemente, y mecanismos de entrega de beneficios y servicios a las víctimas y poblaciones vulnerables.
En el más reciente índice de percepción de corrupción −IPC− 2015 de Transparencia Internacional, Colombia obtuvo un puntaje de 37 sobre 100, donde 0 representa mayor percepción de corrupción y 100 menor percepción, lo que significa la misma calificación del año inmediatamente anterior, ocupando el puesto 83 entre los 168 países evaluados. Esta calificación no es muy distinta a la que se ha recibido en los últimos años: 2014 (37/100), 2013 (36/100), y 2012 (36/100).
A pesar de los esfuerzos del Gobierno Nacional, el sector privado y la sociedad civil por combatir la corrupción en Colombia, la percepción sobre cómo este problema afecta al sector público en el país no ha tenido cambios.
Para Elisabeth Ungar Bleier, directora ejecutiva de Transparencia por Colombia, “la corrupción puede ser el mayor riesgo para una paz estable y duradera. 37 puntos no son suficientes para construir y sostener la paz. Necesitamos un sistema judicial transparente y sin corrupción, unas fuerzas de seguridad confiables, órganos de control eficaces e independientes, gobernantes que rindan cuentas permanentemente de sus actos, y mecanismos de entrega de beneficios y servicios a las víctimas y poblaciones vulnerables sin la más mínima grieta para que se cole la corrupción”.
Para Ungar, desde hace varios años Colombia viene realizando esfuerzos para que las entidades públicas identifiquen y enfrenten la corrupción, para que el sector privado abandone la corrupción como herramienta para enfrentar su competencia, y para que la ciudadanía rechace a los corruptos, pero es evidente que esto no es suficiente y tenemos que hacer más.
El índice de percepción de la corrupción del 2015 muestra claramente que este fenómeno sigue asolando al mundo. Sin embargo, el 2015 también fue un año donde las personas salieron a las calles para protestar. A nivel global, el público envió un mensaje a quienes están en el poder: es el momento de hacer frente a la gran ola de la corrupción.
Diego Cediel, profesor de ciencias políticas de la Universidad de La Sabana, asegura en El Colombiano que es el momento de revisar los resultados de programas como Urna de Cristal, que desde su punto de vista son nulos. “Urna de Cristal es un saludo a la bandera en el sentido que no se le ha dado la importancia institucional y política que debería tener. Vale la pena preguntarse además por el papel de la Contraloría en este proceso”.
Adriana Llano Restrepo publica en El Nuevo Siglo que “con la transparencia gubernamental pasa lo mismo que con las blusas transparentes, que vemos el velo pero no sabemos cómo fue la confección”. Afirma que el presidente Santos fabricó la Urna de Cristal para que nos informáramos sobre la gestión del Gobierno con miras a la participación. “El problema es que es una participación para idiotas, entendida como la posibilidad de que la gente pueda preguntar y aportar sobre temas específicos. Nuestro objetivo es que cada pregunta o comentario tenga una respuesta oficial por parte de la entidad correspondiente”.