Si un contador no se considera un informador, que entiende y respeta el derecho de los demás a ser informados de manera veraz e imparcial, como lo exige nuestra constitución, se equivocó de profesión. Más le valiera dedicarse a otras ocupaciones.
Hasta nuestros días, la corrupción acompaña el recaudo de impuestos. Evidentemente, su manejo “político” hace que no esté sometido a una buena administración. Cuando un país está en desarrollo, con una clase pudiente muy pequeña, los motivos para no pagar impuestos abundan.
Las personas correctas lo son incluso ante las incorrectas. No es que si tengo que irme entonces que se pudran. La integridad no es como la temperatura del ambiente que aumenta o disminuye. Con los colegas hay un deber ético de lealtad.
La fiscalización o vigilancia privada de las entidades debe seguir confiada a los contadores. Ellos deben aferrarse a su disciplina y rechazar los intentos de convertirlos en practicantes de otros oficios.
Todas las personas, aunque no tengamos funciones de dirección ni subordinados, somos responsables por los daños que causemos a los demás. Tratándose de la prestación de servicios profesionales, debemos ser competentes para realizar lo que aceptamos y poner el mayor cuidado o diligencia al obrar.
El enfoque básico de un revisor fiscal, como lo ha sido desde el nacimiento de los auditores, es contribuir a la evaluación de la gestión de los administradores. El punto de partida es el informe de gestión, tal como lo entiende la Ley 222 de 1995.
Es muy común prepararse para declarar. En estas ocasiones se llega a análisis más profundos de los que se acostumbra normalmente. Por lo mismo, no es raro que durante este esfuerzo se conozcan datos que antes se ignoraban. Pasarlos por alto o deliberadamente ocultarlos puede o no ser indebido.
Hay profesionales molestos con la Unidad de Información y Análisis Financiero –UIAF– porque es evidente que no pueden dedicarse a examinar la procedencia de los dineros que recibe una entidad. Una cosa es colaborar y otra tratar de que el contador olvide su profesión y se dedique a ser policía.
Algunos empleadores asumen que por pagar un sueldo tienen el poder de interferir en la independencia de los profesionales contables. Por ello, estos últimos deben evitar involucrarse en situaciones que presenten riesgos contra su objetividad, mientras que los primeros deberían ser penalizados.
Las fuerzas del modelo se enfocaron, primero, en hacer que todos usemos los bancos. Ahora quieren capacitarnos en economía y finanzas. Lo desafortunado es que aumentarán las posiciones egoístas, en virtud de las cuales una persona prefiere ganar más que ser solidaria con los demás.
Hoy está establecido que junto al salario hay otros elementos de satisfacción para los empleados. Por ello se suele hablar más ampliamente, por ejemplo, de beneficios. La política respecto de la gestión del recurso humano puede ser muy importante si es justa y estimulante.
En una sociedad como la nuestra, donde las sociedades de capitales (y las figuras asociadas a ella, como la revisoría fiscal) están llamadas a su desuso, a su extinción o, por lo menos, a su modificación, vale la pena repensar el sentido de la empresa y, por ende, de su contabilidad.