Este artículo fue publicado hace más de un año, por lo que es importante prestar atención a la vigencia de sus referencias normativas.

Los reguladores listos, los entes de vigilancia y control listos, los líderes técnico científicos listos. Y los contadores ¿saben aplicar principios? – Hernán Rodriguez


Autor: Hérnan A. Rodríguez

Utilizar un conjunto de normas basadas en principios en un país donde los contadores están acostumbrados a regirse por las descripciones y dinámicas enmarcadas en los planes de cuentas es un enorme reto.

La cadena de suministro de información financiera en nuestro país tiene una de sus fuentes en los principios de contabilidad comercial que nos trajeron las editoriales extranjeras, y también utiliza reglas de reconocimiento de rubros de estados financieros que junto con las reglas de medición han sido desarrollado a la sombra del mercado de capital de USA. Además esta cadena de información utiliza reglas específicas de medición originadas en las necesidades de las autoridades tributarias.

Doble partida, ecuación patrimonial, flujo documental, dinámicas de cuentas, manejo de libros, software contable, generación de informes todas estas técnicas y tecnologías son aprendidas en cursos de entrenamientos con alguna profundidad conceptual.

La praxis profesional se posibilita por la necesidad del cumplimiento alrededor de las cuentas. Encontramos al contador como procesador de nómina, como responsable de la facturación y de las cuentas por cobrar, como indispensable para el proceso de los desembolsos y como preparador de declaraciones y de información tributaria. En este contexto, el contador se ha apoderado de una responsabilidad gerencial, que hace contraste con la poca profundidad de su compromiso en la fase de preparación y suministro de información financiera.

El exiguo mercado de capital ha significado poca exigencia a los contadores por la aplicación de principios generalmente aceptados de contabilidad a nivel de preparación y divulgación de información financiera. Todo termina muchas veces con un cuadre de libro y una clasificación de cuentas dada por una jerarquización numérica que sigue los códigos de los Planes Únicos de Cuentas (PUCs).

La academia dormida en el letargo de una reglamentación contable plagada de reglas específicas emitidas por múltiples actores, no ha podido apropiarse de la separación curricular de la contabilidad como técnica comercial y la contabilidad financiera. No es posible pensar en unos cursos de contabilidad donde no prime el ejercicio con el asiento contable, sobre el análisis y la emisión de juicios. Los juicios profesionales no se ejercitan adecuadamente dentro de nuestros programas de contaduría, sin embargo en ellos mucho se pretende con el discurso epistémico. Se han observado serias deficiencias en la utilización de talleres adecuados para resolver problemas de reconocimiento, de medición, de presentación y de revelación de información alrededor de los rubros de los estados financieros.

¿Con esta cadena de suministro de información financiera que tiene serias deficiencias en el suministro de información financiera y una extraordinaria capacidad para el uso de datos a nivel de cuentas, tenemos que pasar de una regulación basada en reglas a una basada en principios?

Una profesión contable todavía ajena al reto del aseguramiento de información y muy sensibilizada hacia la defensa de la profesión por medios políticos e ideológicos, tiene que emprender una discusión buscando la convergencia hacia un único conjunto de normas de información financiera de alta calidad y de aceptación mundial. ¡Mucho esfuerzo hay que hacer!

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