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Si en el pregrado no se despierta amor por la disciplina, nada lograremos


Ha sido la tradición de nuestras escuelas de educación superior formar profesionales conocedores de los fundamentos de la disciplina correspondiente, dejando que la experiencia profesional o estudios posteriores determinen una especialidad, que se puede obtener por la dedicación a la misma o con ayuda de un programa de posgrado.

En otros países del mundo, muchas escuelas y entidades de formación ofrecen títulos o certificaciones específicas en una modalidad. El modelo se acerca mucho al que practicaron o practican algunos de nuestros programas, que parten de una base común, como las ingenierías, para luego tomar un camino definido.

Con la reducción del tiempo de duración de los programas de pregrado habría que establecer qué formación se está ofreciendo.

En primer lugar, un establecimiento debe definir si quiere formar pensadores u operadores de una disciplina. Esto último es perfectamente posible en un lapso de 8 semestres; piénsese que en dos años el Sena forma tecnólogos en contabilidad. “(…) Esta tecnología del SENA tiene una duración de 2 años. El egresado como tecnólogo de contabilidad y finanzas podrá: ―Contabilizar recursos de operación y financiación ―Preparar y presentar informes contables y financieros ―Definir objetivos financieros ―Analizar resultados contables y financieros, entre otros (…)”. Muchas empresas podrían satisfacer necesidades con estos egresados y así debería establecerlo la ley, de manera que se creen linderos específicos para los técnicos, los tecnólogos, los contadores y los que alcancen títulos avanzados como el de auditor o perito. Hasta donde sabemos, la comunidad contable, compuesta como se ha indicado, es muy numerosa y, consecuentemente, capaz de tener una gran influencia sociopolítica si hubiese líderes que la guiaran.

Mientras los programas de pregrado traten de apuntarle a todo, como se desprende de las presentaciones que ellos hacen de sus egresados, seguiremos con muchos profesionales muy superficiales; tanto, que no podrán ejercer en los planos filosóficos o reguladores y con conocimientos en áreas que bien pueden ser cubiertas por tecnólogos. Así como la educación superior no se habla con la educación media, la educación profesional en contaduría no está articulada con las tecnologías ni con las técnicas, lo que constituye un gran desperdicio social.

Tenemos que elevar el nivel de los practicantes, brindándoles posibilidades para que se conviertan en expertos. El número de egresados de pregrado especialistas es muy pequeño. Esto debería ser modificado, en forma tal que sea al revés: lo común debería ser que todos tuvieran estudios de posgrado. En esto obran principalmente circunstancias económicas, como visiones sobre la conveniencia de las especializaciones. Mientras algunos digan que se trata de repeticiones del pregrado, no serán muy atractivas. Dicho esto, si en el pregrado no se despierta amor por la disciplina, nada lograremos.

Hernando Bermúdez Gómez
Editor Contrapartida, Novitas, Registro Contable, Vademécum
Tomado de Contrapartida – De Computationis Jure Opiniones
Número 4292, abril 22 de 2019

Hernando Bermúdez Gómez
Las publicaciones “Contrapartida” son escritas por miembros de la comunidad académica del Departamento de Ciencias Contables de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Javeriana.
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