Nos parece el colmo la forma como se viene manejando la determinación y el cobro de las tarifas que determina la Junta Central de Contadores –JCC–, que no se ajustan a la Constitución Política de 1991, que exige que dichos cobros se fundamenten en estudios de costos, que nunca se han dado a conocer.
La Ley 43 de 1990 vio la luz luego de casi 10 años de trabajo legislativo, en tiempos en que ello era permitido. Hoy en día su expedición no se podría realizar. La explicación de tan largo sendero es la división entre los miembros de la profesión. Ya no saben dialogar, discutir, consensuar.
Es absurdo que tengamos una ley fomentando la participación de la mujer en los cargos públicos cuando es evidente que desde el CTCP nunca se ha dado cumplimiento a esta disposición. Hoy en día las mujeres son una amplia mayoría en la comunidad contable colombiana.
El cometido del sistema de información contable es reflejar la esencia, sustancia o realidad económica antes que la forma legal.
Su valor consiste en ayudar a los empresarios a administrar sus negocios y no en pagar impuestos, como torpemente muchas acciones del Estado colombiano lo han postulado.
La contaduría es una profesión liberal, es decir, en su ejercicio es esencial el uso de las habilidades intelectuales del entendimiento humano. En Colombia la profesión contable no participa en los procesos de consulta pública, no cree en el valor de participar, no está preparada para opinar.
Hay que distinguir las deficiencias de los empresarios de las de contadores o de las de autoridades, y todas estas de las eventuales fallas de las normas expedidas.
A veces los profesionales aplicamos reglas en forma irreflexiva, pues de ello derivamos ingresos. Al obrar así, fallamos a la comunidad.
La Dian y sus inventos. En lugar de compartir información con los registros mercantiles y con la Junta Central de Contadores, resuelve inventarse su propio directorio: el RUT.
El gran problema se crea cuando resuelve que solo los empresarios pueden hacer inclusiones o exclusiones en él.
Una empresa debe adoptar políticas de retiro que mantengan la fama de buen empleador. Hay que cumplir las promesas con los empleados y procurar que se sientan felices en el trabajo, cuidando los factores que influyen en ellos. Los jóvenes contadores quieren mejor trato, no quieren trabajar en exceso.
Un operador de lo contable aplica párrafo a párrafo la norma, aun sin conocer sus implicaciones. En cambio, un profesional reflexivo sabrá cuáles son las consecuencias de cada disposición. Sabrá si sus mandatos favorecen o perjudican a alguien y estará preparado para dar explicaciones sobre ello.
Fue un acierto haber confiado a los contadores la revisoría, por su conocimiento y dominio de la información empresarial. La vigilancia de la profesión requiere de medios más técnicos, de mayor envergadura, claramente neutrales. Sirviendo intereses o facciones no se cuida la profesión.
El profesional de la contabilidad es incomprendido cuando esperan que haga cosas que él considera contrarias a las ciencias contables o a la ética del contador. Si todo se resolviera por mayoría, no habría nada que hacer. Es necesario que los contadores se tomen en serio crear una cultura contable.
Cuando nos dedicamos a practicar solo ciertas técnicas perdemos calidad. Un contador debe mantener su nivel de persona culta y preparada para ser un empresario, pudiendo encargarse de varios roles dentro de la organización. Un empresario es mucho más que un conocedor de muchas disciplinas.